“Dime tu patrón de apego y te diré quién eres…” Es tal cual como suena. Nuestro patrón de apego, aprendido de nuestra primera y más temprana relación con nuestros padres o cuidadores primarios, determina nuestra relación con los demás, con el mundo y con nosotros mismos. Puede ser nuestra base segura, desde la cual nos lanzamos a explorar el mundo, o la base más insegura, desde la cual nos escondemos de nuestros miedos más primarios.
Hay varios tipos de apego, desde el más saludable, el apego seguro, al más disfuncional, el apego desorganizado. Este patrón de apego me explica por qué muchos de mis pacientes se sienten desbordados en situaciones de estrés con sus hijos y pierden el control, dando rienda suelta a una ira, enojo y agresión tan intensos como conflictivos, porque quieren controlarse a toda costa, pero hacerlo parece imposible.
Cuando me comparten y relatan su historia, los traumas y pérdidas se hacen evidentes, al igual que lo disfuncional de sus patrones de apego más tempranos, y ayudarles a entender y dar sentido a su relación de apego con sus padres, y cómo se traduce a su relación con sus hijos, es una parte tan vital del proceso terapéutico como el ayudarles a reprocesar sus historias traumáticas y pérdidas.
Según la Dra. Lisa Firestone, cuando un niño tiene un patrón de apego ideal, sus padres o sus cuidadores primarios le proveen de una base segura a partir de la cual puede aventurarse a explorar su entorno de manera independiente, sabiendo que puede regresar a un lugar seguro. Cuando los padres o los cuidadores primarios son abusivos, el infante puede experimentar el abuso físico y emocional y el comportamiento atemorizante como amenazantes.
Esto lo pone en un dilema porque sus instintos de supervivencia le indican que se aleje del peligro y busque seguridad, pero la seguridad podría bien estar representada por las mismas personas que lo atemorizan. En este caso, la figura de apego (la persona con la que el infante establece su patrón de apego) es también la fuente de malestar del niño. Bajo estas condiciones, los niños a menudo se disocian de si como mecanismo de defensa. Pueden sentirse separados o escindidos de lo que les está sucediendo. Lo que experimentan puede quedar bloqueado de su consciencia. Los niños bajo este estado conflictivo desarrollan apegos desorganizados con sus figuras parentales.
El apego desorganizado nace del miedo sin solución. Los padres pueden atemorizar a sus niños de muchas maneras, tanto conscientes como inconscientes. Pueden hacerlo a través del abuso y la negligencia, pero también debido a traumas irresueltos y pérdidas en sus vidas que les ha dejado con sus propios sentimientos de temor tan abrumadores que impactan y obstaculizan la formación de una relación de apego saludable con el niño.
Si algo de esto les resuena con su propia historia, los invito a buscar ayuda terapéutica para poder superar aquellos traumas y pérdidas de su infancia que les perturban en su presente y afecta sus relaciones con los demás y a aprender patrones de apego más saludables. - Izzy
Fragmentos extraídos del artículo “Disorganized Attachment”, por la Dra. Lisa Firestone.
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