miércoles, 26 de marzo de 2014

¿Ratas de laboratorio fetichistas?

"Nuestras primeras experiencias sexuales durante la infancia determinan nuestras preferencias, conductas y actividades sexuales en la etapa adulta. Esto les hace mucho ruido a algunas personas, les cuesta concebir y aceptar que la sexualidad está presente en nuestras vidas y en nuestras interacciones con nuestro entorno desde el momento en que comenzamos a existir..."
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Nuestras primeras experiencias sexuales durante la infancia determinan nuestras preferencias, conductas y actividades sexuales en la etapa adulta. Esto les hace mucho ruido a algunas personas, les cuesta concebir y aceptar que la sexualidad está presente en nuestras vidas y en nuestras interacciones con nuestro entorno desde el momento en que comenzamos a existir.

Desde nuestra relación de apego materno y nuestras primeras exploraciones de nuestro cuerpo, nuestro viaje a través de las etapas orales, anales y genitales de nuestro amigo Freud y todo lo que absorbemos, vemos, oímos, sentimos, olemos y probamos de nuestro entorno va creando nuestra sexualidad, para bien o para mal.

Digo para bien o para mal porque durante nuestra infancia es el momento perfecto para que nos traumen sexualmente, y no me refiero solamente a las situaciones de abuso y agresión de naturaleza sexual, sino a los traumas que ocurren cuando nos crean una noción de culpa y vergüenza acerca de nuestra sexualidad y nuestros cuerpos cuando somos demasiado pequeños para entender por qué “es malo”, “somos malos” o “está mal” cuando nos tocamos, masturbamos o nos surge curiosidad natural por algo.

Estudios científicos con ratas de laboratorio logran acercarnos más a comprender cuanto influyen las experiencias sexuales tempranas en la conducta futura, particularmente este estudio súper interesante que descubrí mientras leía el fascinante libro “S=ex2: La ciencia del sexo” de Pere Estupinyá, el “ladron de cerebros”.


"Si, nos gustan los juegos de roles... ¿y qué?"

¡Liberen las ratas fetichistas!

El estudio consistía en hacer que las ratas macho tuvieran sus primeras cópulas con ratas hembras impregnadas con esencia de almendra, exponerlas luego varias veces a hembras en celo pero sin esencia y pasado un tiempo situar a los machos en celdas con ratas con olor a almendras y sin él para observar en qué grado preferían a las que llevasen perfume.

Si la preferencia por las perfumadas fuera muy notoria, significaría que las primeras experiencias sexuales pueden condicionar parte del comportamiento sexual de una rata adulta.

Efectivamente las ratas machos cuyos primeros encuentros sexuales se produjeron con hembras impregnadas con esencia de almendras, de adultas tenían una marcadísima preferencia por hembras con ese perfume. Era como si hubieran generado un fetichismo sexual por el olor a almendra. Lo mismo ocurrió cuando expusieron a machos primerizos a hembras ataviadas con chaquetas de cuero.

En el caso de la esencia de almendras y las chaquetas de cuero, nos referimos a estímulos positivos, que generan atracción, no repulsión. ¿Qué pasaría si el estimulo fuera negativo? El equipo realizó experimentos similares al anterior, esta vez con ratas impregnadas ligeramente de cadaverina, una sustancia que ahuyenta a cualquier rata.

En condiciones normales, si se colocase a un macho adulto con ratas en celo impregnadas de cadaverina y con otras que no lo están, a las malolientes ni las rozaría. Sin embargo, cuando esta situación se replica con un macho cuyas primeras experiencias sexuales hayan sido con ratas oliendo a cadaverina, no mostrará preferencia por ninguna.

En caso de rociar un extremo de su jaula con cadaverina, a diferencia de otro macho control que huiría despavorido, el macho condicionado pasaría por allí como si nada. En conclusión, el sexo logra revertir la aversión ante un estimulo programado genéticamente para resultar repugnante.

Las primeras experiencias sexuales generan una especia de impronta. Claro que en el desarrollo de la conducta sexual humana intervienen muchísimos más factores, desde biológicos a culturales; pero, desde luego, los refuerzos condicionados en la adolescencia (y la niñez) pueden influir en las preferencias adultas.

¿Da para pensar, no les parece? Esa es la idea, poder compartirles cosas que voy descubriendo y aprendiendo sobre la sexualidad humana para que podamos pensar, elaborar, procesar, cambiar paradigmas, desmitificar mitos, eliminar tabúes, ser más flexibles, librarnos de culpas y vergüenzas innecesarias y disfrutar de una sexualidad más plena y saludable. ¡Ya saben! - Izzy

Fragmentos extraídos del libro “S=ex2: La ciencia del sexo” por Pere Estupinyá

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