jueves, 12 de abril de 2018

Sexualidad | La conexión entre sexo y cronotipo.


A algunos les gusta levantarse temprano por la mañana e irse a dormir temprano en la noche, mientras que a otros les encanta levantarse tarde e irse a dormir aún mas tarde, pero casi nadie se detiene a ponderar lo que este hábito dice acerca de su forma de relacionarse sexualmente o emparejarse.

Sabemos que los que madrugan son más productivos en las mañana y no se desempeñan tan bien durante la noche, mientras que los noctámbulos son más productivos durante la noche y no se desempeñan tan bien en las mañanas.

Estas diferencias individuales se conocen como cronotipos, y es posible que nuestro cronotipo prediga, al menos en cierta medida, qué clase de pareja somos, o más exactamente, si preferimos las relaciones largas y estables versus las cortas y esporádicas.

Este es el tema central del artículo “Are Early Birds Better Partners Than Night Owls?” escrito por la psicóloga clínica Vinita Mehta.

Los estudios realizados hasta la fecha han encontrado consistentemente que los hombres y las mujeres difieren en sus patrones de sueño y los hombres demuestran una mayor tendencia noctámbula, en comparación con las mujeres.

Como tantas cosas interesantes en la sexualidad, la antropología nos da una explicación evolutiva del porque de esta tendencia. Davide Piffer desarrolló un "escenario hipotético" para la evolución del patrón noctámbulo. Como descendemos de ancestros primates que estaban activos durante el día, esta probablemente fue nuestra condición ancestral evolutiva. La vespertinidad puede ser en realidad un fenómeno relativamente nuevo, un rasgo que potencialmente evolucionó ya que ofrecía ventajas para el apareamiento.

Imaginen al hombre de las cavernas, viviendo una vida más simple donde la única preocupación era lograr cazar un mamut para tener comida, recolectar algunas frutas para acompañar, evitar que el tigre dientes de sable local lo convierta en su cena y, si todo sale bien, lograr reproducirse.

Las horas de la tarde pueden haberse convertido en el momento óptimo para socializar y aparearse porque era cuando los adultos estaban liberados de la caza y la recolección, así como del cuidado de los niños (que dormían plácidamente en la cueva de al lado, abrazados al dinosaurio de peluche de turno, sin tener que preocuparse de cosas como el Complejo de Edipo).

En este escenario, los hombres noctámbulos habrían tenido mayor éxito reproductivo que los madrugadores, haciendo de esta la tendencia evolutiva por preferencia.

Piffer y sus colegas encontraron que la vespertinidad en los hombres se asoció con un mayor número de parejas sexuales, la extraversión y la búsqueda de la novedad, rasgos que también se asocian con una orientación de apareamiento a corto plazo.

La relación entre nuestro cronotipo y nuestra orientación al emparejamiento, sin embargo, sigue sin estar del todo clara.

Maestripieri se dispuso a probar esta relación y reclutó estudiantes de maestría para conocer sus patrones de sueño, cantidad de sueño, estado civil y el número de parejas sexuales anteriores.

Los resultados mostraron que tanto los hombres como las mujeres noctámbulas eran más propensos que sus contrapartes madrugadores a estar solteros que en una relación. Además, los machos noctámbulos reportaron tener más parejas sexuales que los varones madrugadores (11,00 vs 6,36).

El estudio no es concluyente debido a diversos factores, pero al menos nos pone a pensar, y eso ya es un comienzo… Ah, y para los noctámbulos que están saltando en una pata porque tienen más parejas sexuales que los madrugadores, y para los madrugadores que se están lamentando por ello, recordemos que cantidad y calidad son dos cosas distintas. - Izzy

Fragmentos extraídos del artículo “Are Early Birds Better Partners Than Night Owls?” por Vinita Mehta. 

Fecha de publicación original: 16 de abril, 2014.

martes, 10 de abril de 2018

Psicología | Hablar más de ir a terapia.


Vamos a ser francos, el estigma de ir a terapia existe, nos guste o no. Es algo que la gente asocia con estar enfermos, dañados, locos, etc. Y bueno, hay personas que van a terapia y están “enfermas” porque su salud mental está comprometida, otras tantas no están “dañadas” pero si les han hecho daño o las han lastimado, y otras no están “locas”, pero quizás sufran de un trastorno mental.

También hay personas que van a terapia porque están lidiando con una situación particular muy difícil y necesitan ayuda, guía, orientación y contención. Otras se percatan de que están repitiendo patrones (dándose una y otra vez con la misma pared) y quieren cambiar. Otras quieren entender mejor su historia, la propia y/o la familiar. Muchos van porque desean trabajar en su desarrollo individual y en su crecimiento personal.

Los terapeutas no estamos exentos de nada de esto. Después de todo, somos humanos. El “yo” (ego) está en una lucha constante con su “ello” (el id, o inconsciente) y su “súper yo” (súper ego), mediando entre los deseos de uno y las reglas del otro. Para esto pone en práctica toda una serie de defensas (sanas y naturales en su justa medida) y ante situaciones difíciles, estresantes, traumáticas y límites a veces estas defensas fracasan y caen, permitiendo la entrada del trastorno, el malestar, la enfermedad mental.

Cuando el “yo” del paciente está debilitado, el terapeuta le “presta” el suyo. En la teoría psicodinámica se dice que el terapeuta pone su “yo” sano al servicio del paciente. La palabra clave aquí es “sano”. Cuando tratamos día a día con personas con problemas emocionales y trastornos mentales, nuestra salud mental requiere cuidarse mucho.

Si lo vemos de esta forma, los terapeutas tenemos razones, motivos, derechos y responsabilidades que nos dan permiso para ir a terapia, como seres humanos y como profesionales de la salud mental.

Tomando esto en cuenta, creeríamos que todos los terapeutas vamos a terapia (no necesariamente cierto), y que todos hablamos abiertamente sobre nuestro proceso terapéutico individual (no necesariamente cierto). No hablo de ventilar cada detalle del mismo, sino de ser más abierto al respecto.

No es que tengamos que hacerlo, hablar de ello. Después de todo, cada quien tiene derecho a elegir qué aspectos de su vida personal hace públicos y cuales mantiene en privado. Sin embargo, en el caso de los psicólogos y la terapia, hay buenas razones para hablar de ello.

A mí me gusta hacerlo, y me encanta ver a otros colegas que hacen lo mismo.

¿Por qué? Bueno, primero, porque en Panamá todavía hay mucho estigma y tabú acerca de ir a terapia, y creo que si a los mismos psicólogos nos da pena o vergüenza decir que vamos, ¿cómo esperamos que las demás personas también lo vean como algo normal, positivo y saludable? Para normalizar la terapia, hay que hablar más de ella, empoderarse del proceso terapéutico.

Segundo, aprendemos mucho en terapia. Aprendemos cosas que nos sirven en nuestro desarrollo personal, en nuestro crecimiento individual y también en nuestro trabajo como terapeutas. Elaboramos y entendemos mejor nuestra propia historia, y esto nos permite entender mejor la de nuestros pacientes. Nos hacemos conscientes de los patrones que seguimos repitiendo una y otra vez y aprendemos nuevas alternativas, una mejor manera, una forma más saludable. Disfruto compartir esas cosas, porque uno aprende para poder compartir lo aprendido, o al menos es lo que pienso.

Tercero, creo que como terapeutas, este es uno de esos puntos que no se negocian. Tenemos que ir a terapia o supervisión, no podemos darnos el lujo de descuidar nuestra salud mental y emocional, es nuestra responsabilidad para con nosotros mismos y para con nuestros consultantes. ¡No hay nada peor o más peligroso que un terapeuta que está más revuelto que sus consultantes! Es como una brújula descompuesta, ¡no hay forma de que apunte al norte! Es como un foco dañado, ¡no hay manera que ilumine! ¿Se entiende?

Mientras tanto, yo voy a seguir yendo a terapia, y hablando de ello. Quién sabe, de repente lo que yo les cuento le sirve a alguien con un paciente o cliente, o anima a alguien a ir a terapia o a hablar acerca de su propio proceso. Y todos salimos ganando. - Izzy

Fecha de publicación original: viernes, 18 de abril de 2014

lunes, 9 de abril de 2018

Sexualidad | ¿Cómo influye la personalidad, estatus socioeconómico e historia sexual en la frecuencia de los orgasmos femeninos?


¡Jelou! Leyendo el libro “S=ex2 (La Ciencia del Sexo)” de Pere Estupinya aprendí un montón de cosas súper interesantes acerca de nuestra sexualidad humana, en este caso, sobre un tema fascinante: la frecuencia de los orgasmos femeninos, les cuento...

En 2011 un estudio con 2914 gemelas australianas exploró cómo la personalidad, estatus socioeconómico e historia sexual influían en la frecuencia de sus orgasmos (durante la masturbación, el coito y otras actividades sexuales). El estudio arrojó las siguientes correlaciones:

- Tener mayor libido aumentaba los orgasmos tanto por coito como por masturbación.

- Las mujeres que tenían fantasías fuera de su pareja experimentaron menos orgasmos durante el coito pero muchos más masturbándose.

- Tener actitudes restrictivas sobre el sexo no afectaba los orgasmos en pareja, pero si disminuyó los individuales.

- La clase social no afectaba los orgasmos durante el coito, pero cuanta más alta, mayor la frecuencia de orgasmos durante la masturbación.

- A nivel de estudios más altos, menos orgasmos que la media durante el coito y más masturbándose.

- La extraversión y la impulsividad subían ligeramente la frecuencia de orgasmos en el coito.

- Las mujeres casadas tenían más orgasmos con sus parejas, y muy ligeramente por debajo de la media con masturbación.

- El número de parejas sexuales en el pasado no afectaba el sexo con la pareja actual, pero si estaba asociado a muchos más orgasmos individuales.

- La tardanza en tener sexo con penetración se relacionaba con menos orgasmos en edad adulta tanto durante el coito como masturbándose.

¿Otros factores que se asocian con menor frecuencia orgásmica?

Diversas enfermedades, algunos trastornos mentales, insatisfacción, alteraciones hormonales y envejecimiento.

¿Otros factores que se asocian con mayor frecuencia orgásmica?

La inteligencia emocional, actitud positiva hacia el sexo, variedad de prácticas sexuales, o uso de vibradores y lubricantes.

Fragmentos extraídos del libro el libro “S=ex2 (La Ciencia del Sexo)” de Pere Estupinya.

Fecha de publicación original: viernes, 25 de abril de 2014.

viernes, 6 de abril de 2018

Amor + Pareja | El gentil arte de ser feliz en pareja

Hay muchas cosas que las parejas felices hacen para ser felices, cosas específicas que aseguran la satisfacción de la pareja. No son cosas complicadas, después de todo, la felicidad es simple. El problema es que nosotros la complicamos, y nos complicamos, y se trata de aprender a descomplicarse. Nada fácil. Se entromete nuestro ego, nuestro narcisismo, nuestras proyecciones, nuestros triángulos, nuestros patrones relacionales aprendidos de nuestras familias de origen, nuestro apego desadaptado, estresores varios y una larga y variada lista de etcéteras…

Como dice mi terapeuta, es Parejas 101, o Matrimonio 101 (para el caso es lo mismo). Parece básico y sencillo. Muy simple. Quizás tanto, que pensamos que no nos hace falta asistir al curso y después pagamos el costo… o nos toca desaprender lo malo y aprender lo bueno. Básicamente, reprobamos Parejas 101 tantas veces como sea necesario hasta que dejamos de repetir los mismos patrones tóxicos, desadaptados, irreales, idealizados, y una vez más, una larga y variada lista de etcéteras.

Ahí nos damos cuenta (¡al fin!) que estas cosas tan simples definitivamente vale la pena hacerlas, y por simples que parezcan, ¡son esas mismas cosas que tantas veces olvidamos hacer con nuestra pareja y nos costó reprobar Parejas 101!


Como diría Cerati: “Trátame suavemente.”

Dicen que la gentileza puede transformar nuestras relaciones. Ojo, no es una frase hecha. El Instituto Gottman, líder en investigación matrimonial, indica que el ser gentil no es solamente un factor importante para determinar el éxito de nuestra relación, es el más importante.

Y es que ser gentiles con nuestra pareja se nos hace fácil cuando estamos enamorados, donde todo es bonito o al menos todo nos lo parece, ya que estamos viviendo en una canción de Jarabe de Palo. Pero la canción no dura para siempre, y cuando la fase de enamoramiento (que según Silvia Olmedo, dura aproximadamente año y medio) cede espacio a la fase de apego y las cosas se vuelven más serias, más comprometidas, más reales (y menos idealizadas) parece que una de las primeras cosas que tiramos por la ventana es la gentileza.

Cuando los conflictos en pareja empiezan a surgir y no se resuelven (usualmente porque llegamos a nuestras relaciones de pareja sin las habilidades necesarias para resolver estos conflictos de manera sana y constructiva y somos demasiado narcisistas para admitirlo y buscar la ayuda, guía y orientación de un buen terapeuta de parejas hasta que ya es tarde) se van acumulando, y junto con ellos se acumulan dos componentes que corroen la relación como el óxido al acero: el dolor y el resentimiento.

La gentileza distorsionada de los emocionalmente codependientes.

La codependencia emocional no ayuda, nunca lo hace. Las personas codependientes confunden el ser gentiles con ceder absoluta e irrevocablemente todo vestigio de asertividad. Nos pasamos de gentiles. Somos conciliatorios, mantenemos todo en paz, calma y serenidad, pero no nos damos cuenta que el dolor y el resentimiento simplemente se niegan y/o se reprimen. Quedan tapados por una capa exagerada de gentileza que en realidad no es gentileza, y eso se siente.

Otro punto importante es que la clave de ser gentiles en pareja tiene todo que ver con la simetría, la gentileza es mutua, no unilateral. No podemos ser gentiles mientras nuestra pareja nos trata como trapo de piso y viceversa. Ser gentil no implica dejar de ser firme ni asertivo, pero lo que nos cuesta entender a los codependientes es que podemos ser gentilmente firmes y asertivos. Es más, cuando somos sincera y genuinamente asertivos y firmes, pareciera que la gentileza brota espontáneamente, es más fácil.

Felizmente gentiles y gentilmente felices.

La gentileza empieza por casa. A través del ser tratados con gentileza por nuestros cuidadores primarios (quienes nos legarán un patrón de apego aprendido, que será en grados de más sano a menos sano: seguro, inseguro ambivalente/resistente, inseguro evitativo o desorganizado) aprendemos a tratarnos con gentileza, y por ende, a tratar con gentileza a los demás, sobre todo a aquellos a quienes más queremos y amamos.

Si no hemos sido tratados con gentileza, difícilmente sabremos cómo tratarnos gentilmente y tratar gentilmente a los demás, y como la felicidad va de la mano de la gentileza, la felicidad se nos hará un pez difícil de pescar (como diría Raine Maidia, de Our Lady Peace, excelente banda de rock canadiense).

Piénsenlo, si a través de nuestros vínculos más tempranos con nuestros cuidadores primarios se nos inculcó o aprendimos un patrón de apego seguro, estaremos seguros de que nos merecemos ser gentiles con nosotros mismos y felices, muy pero muy felices.

Si por el contrario, nuestro patrón de apego fue inseguro estaremos inseguros de todo, siempre pondremos en duda si nos merecemos ser tratados o tratarnos gentilmente o si merecemos ser felices. Imagínense si nuestro patrón de apego fue desorganizado, puro caos, mal lugar para la gentileza o la felicidad.

Cuando la falta de gentileza y felicidad son los patrones aprendidos, se pueden imaginar en qué manera nos relacionamos dentro del contexto de una relación de pareja, sobre todo tomando en cuenta que seguramente haremos clic con alguien con un pasado y un patrón de apego muy similar al nuestro.

Será puro caos, inseguridad, desorganización, toxicidad, triangulaciones, falta de gentileza y una buena dosis compartida amargamente de infelicidad colectiva.

Si les pinto el panorama muy oscuro, es para que, si se sienten identificados, ¡busquen ayuda! Los patrones de apego inseguros y desorganizados aprendidos se desaprenden y se aprenden nuevos, más seguros, más organizados.

Ya lo saben, no lo olviden, el primer paso hacia la felicidad (solos y en pareja), sean gentiles con ustedes mismos… - Izzy

Fecha de publicación original: lunes, 28 de abril de 2014

jueves, 5 de abril de 2018

Sexualidad | El valor subjetivo de la virginidad II

En la entrada anterior hablamos acerca de qué es la virginidad y qué implica su pérdida o conservación. En esta entrada, seguimos analizando el valor subjetivo que le damos a este concepto y por qué el valor cultural de la virginidad de las mujeres y los hombres debería ser el mismo… pero no lo es...


El valor cultural de la virginidad femenina.

Dentro de muchas culturas, al primer acto de sexualidad de la mujer se le da mucha importancia, al punto que pareciera que el mantener o perder la virginidad deja de ser derecho pleno y exclusivo de la mujer y se convierte en un deber u obligación de esta hacia los demás (entiéndase su pareja, la familia de ésta, su propia familia y la sociedad). Yo creo que nadie querría que algo tan íntimo, privado y personal se vuelva tema, asunto y albedrío de tanta gente, ¿no?

La ocasión de la pérdida de la virginidad femenina se ve como un fin de la inocencia, integridad y pureza, la sexualización del individuo (como si hubiera algo malo en ser un ser sexual). Esto me pone a pensar si este duelo por la pérdida de la inocencia, integridad, pureza, etcétera, etcétera, es duelo propio de la mujer que ha perdido su virginidad o un temita que le hace ruido solamente a todos los demás en su entorno a los que les cuesta aceptar el tema…

Tradicionalmente, había una expectativa cultural de que una mujer no tendría sexo premarital y llegaría al altar siendo virgen (¿les viene a la mente imágenes de novias vestidas de blanco?) y que le “entregaría” su virginidad a su nuevo esposo (interesante como las expectativas y “actos de entrega” pesan solamente sobre los hombros del sexo femenino, ¿no?) durante el acto de consumación del matrimonio (por ejemplo, las famosas sabanas blancas manchadas con la sangre de la nueva esposa, prueba de su virginidad, de lo que hablaremos más adelante).

En algunas culturas, es tan importante que la mujer se mantenga virgen (hasta el matrimonio) que debe evitar la inserción de cualquier objeto en su vagina. Aquí entran objetos para la higiene femenina (tampones), para su salud física y sexual (exámenes médicos o ginecológicos) e incluso aquellos destinados a su sano disfrute y exploración sexual (dildos, vibradores, etc.).

En otras, una mujer que no está casado y ya no es virgen, sea por decisión propia o producto de una violación, será objeto de vergüenza, ostracismo e incluso un crimen de honor (terrible ser mujer y tener que pertenecer a estas “culturas”). En éstas, la virginidad femenina está entretejida con el honor personal y familiar, y la pérdida de la virginidad antes del matrimonio es un asunto de profunda vergüenza (en otras culturas, nos daría profunda vergüenza tener la mente tan cerrada).

El valor cultural de la virginidad masculina.

Como veremos, el valor cultural de la virginidad masculina es muy diferente al de la femenina, es lo que nos gusta llamar un doble estándar (lo que aplica para las mujeres, no aplica para los hombres; en este caso, en detrimento de las mujeres, al menos en términos generales).

Sencillamente, a la virginidad femenina se le asigna mayor “valor” que a la masculina (esto es un hecho histórico que aún aplica en estos tiempos modernos). Mientras que se espera que la mujer sea pura, virgen y casta (y no sexual) hasta llegar al altar y esto es lo socialmente “bien visto”; del hombre se espera proeza sexual, que sea sexual (y no puro, virgen y casto) hasta llegar al altar y esto es lo socialmente “bien visto”.

Mientras que la mujer afronta vergüenza, humillación y aislamiento (y hasta la muerte) por perder su virginidad antes del matrimonio, al hombre se le da un palmadita en la espalda y un felicitación por ser “todo un macho, macho man”.

A la mujer se le presiona para “mantener su virginidad”, al hombre no. Al contrario, se le presiona a querer tener actividad sexual y ser más experimentado sexualmente (es lo que “se espera” de él).

Irónicamente, mientras que la mujer afronta burlas y ridículo por perder su virginidad antes del matrimonio, el hombre recibe la misma reacción de sus “iguales” al no perder la suya (bueno, en la sociedad moderna, es más común que exista presión de grupo instando a “perder la virginidad” hacia ambos géneros, o sea que estamos avanzando hacia la igualdad, pero bajo el concepto equivocado, lamentablemente).

Ahora, seamos francos, la virginidad masculina no es mal vista solamente por los demás hombres. Si bien las mujeres son más tolerantes al respecto, todavía hay muchas que albergan sentimientos, pensamientos y creencias negativas en torno al hombre virgen (que parecen aumentar en proporción directa a su edad).

¿Entonces, quién llega a la cama sabiendo más?

¿Realmente importa? Probablemente no debería, pero si nos basamos en todo lo que hemos visto sobre el tema hasta ahora, definitivamente hay un “supuesto”, según el cual la mujer “debería” de llegar al matrimonio virgen, lo que implica un himen intacto, lo que implica prácticamente cero conocimiento acerca del sexo y de su propio cuerpo y su propia sexualidad, toda una tabla en blanco o tabula rasa, mientras que el hombre “debería” haber tenido actividad sexual y por ende, experiencia, conocimiento acerca del sexo, su propio cuerpo, su propia sexualidad e incluso más conocimiento sobre el cuerpo y sexualidad femenina que la mujer que pronto será su esposa.

De ahí debe provenir esa frasecita que pone roja de la furia a Maritere Lee y a muchas mujeres y hombres también: “Te voy a hacer mujer.” Definitivamente, concepto totalmente retrogrado, pasado y obsoleto (pero lamentablemente, todavía se escucha por ahí, sobre todo en las novelas y se sorprenderían cuantos hombre, ¡y mujeres!, se lo creen).

No voy a negarlo, tener más compañeros sexuales amplía nuestra experiencia, pero es tan subjetivo como el concepto mismo de la virginidad. Tendrás más experiencia, si, pero eso no necesariamente te hará “mejor” en la cama, y es que eso de ser “mejor” o “peor” o “bueno” o “malo” en la cama también es muy subjetivo.

Si has tenido un compañero sexual (o más de uno) previo al actual y te ha ampliado la experiencia (de una manera positiva y saludable), que bien por ti, pero eso no es necesariamente más importante que el conocerse uno mismo (para saber qué nos gusta y qué no) y el aprender en pareja, el uno del otro, que al final eso es lo que hace que la relación sea especial y única a las demás en el plano sexual e íntimo (¡junto con esa conexión emocional que comparten, claro está!). - Izzy

Fecha de publicación original: sábado, 4 de mayo de 2013

miércoles, 4 de abril de 2018

Sexualidad | El valor subjetivo de la virginidad I


Obviamente la virginidad tiene un valor subjetivo, el cual será percibido de manera diferente por cada uno de nosotros, lo que nos lleva a reflexionar seriamente acerca de este concepto o constructo tan subjetivamente evaluado, sobre todo cuando nuestras creencias sobre el tema amenazan nuestra salud y bienestar mental, psicológico y emocional o la de aquellos en nuestro entorno.

¿Qué es la virginidad?

La virginidad es el estado de una persona que jamás ha tenido relaciones sexuales (coito o copulación). Existen tradiciones culturales y religiosas que colocan valor y significado especial a este estado, sobre todo en las mujeres, asociados a nociones de pureza, honor y valía. Tradicionalmente, el concepto de la virginidad involucra la abstinencia sexual antes del matrimonio, así como temas morales o religiosos con consecuencias (estigma) en términos de estatus social y relaciones interpersonales.

La pérdida de la virginidad por medio de la violación está sujeta a debate (es, por lo tanto, subjetiva), con la creencia de que la virginidad solamente puede “perderse” por medio del sexo consensual.

El concepto de virginidad tiene significación solamente en contextos sociales, culturales y morales particulares. No refleja ningún imperativo biológico conocido y no provee ningún tipo de ventaja evolutiva demostrable.

¿Cómo se pierde la virginidad?

Existe mucha subjetividad respecto a qué tipos de actividades sexuales resultan en una pérdida de la virginidad. La perspectiva tradicional (entiéndase el punto de vista más común) plantea que la virginidad se pierde solamente mediante la penetración vaginal por el pene (sea ésta consensual o no). Por ende, actos de sexo oral, sexo anal, masturbación mutua y otras formas de sexo no penetrativo no resultarían en una pérdida de la virginidad.

Si se fijan, esta perspectiva no resulta de mucha utilidad para la población homosexual (no hay penetración vaginal entre hombres Gay y no hay pene presente en las relaciones sexuales entre mujeres lesbianas). Por lo tanto, aquellas actividades que para la “perspectiva tradicional” no implican una pérdida de la virginidad bien pueden hacerlo para las personas homosexuales.

Por lo tanto, podemos argumentar que la percepción de qué actos sexuales son relativos a la pérdida de la virginidad variarán acorde a aquellos actos que correspondan a la orientación sexual de cada uno.

Bien, ya sabemos qué es la virginidad (algo muy subjetivo) y cómo hacer para perderla, o conservarla (tanto o más subjetivo). En la próxima entrega vamos a ver por qué la virginidad femenina no es lo mismo que la virginidad masculina… ¿o lo es? ¿O no lo es? - Izzy

Fecha de publicación original: sábado, 27 de abril de 2013

martes, 3 de abril de 2018

Sexualidad | Sexualidad ajena, proyecciones propias


A veces, la sexualidad ajena nos produce ruido, mucho ruido. Es decir, nos causa incomodidad, ansiedad, molestia, ira, rabia, enojo, etc. Hacemos demandas al respecto, siendo la más común de ellas pedir, reclamar, demandar que Fulana, Mengano, Ricky Martin, Jodie Foster o nuestro vecino de al lado “salgan del closet”.

Pensaríamos que estos personajes están metidos en el closet de la casa y por eso nos provoca tanta molestia y desaire pero no parece ser el caso, ¿o sí? Si no, ¿por qué nos causa tanto ruido el tema?

Ojo, no me refiero solamente al “closet” de la orientación sexual, como si el tener X o Y orientación sexual fuera la única conducta/preferencia/inclinación sexual acerca de la cual nos da pena hablar o preferimos guardar en privado. Hago otra aclaración, aparto de este post toda conducta sexual que no encaja dentro de las tres premisas de la sexualidad sana, vale la pena repetirlas:

Premisa básica #1: Persigue tus fetiches, fantasías, etc., siempre y cuando estos sean legales, consensuales, seguros y respetuosos.

Premisa básica #2: La piedra angular de la ética sexual es la consensualidad (estamos hablando de consentir con plena voluntad y conocimiento y capacidad de discernimiento, aquí no hay áreas grises, es muy claro y muy sencillo cuando alguien consiento o no, y cuando alguien no está en capacidad de consentir).

Premisa básica #3: Aunque la experimentación sexual se alienta, el descuido no. El sexo siempre puede ser más seguro (y hablamos de seguridad física, emocional y mental, no solo evitar un embarazo no deseado o una enfermedad de transmisión sexual, ¡ojo!) y, nos guste o no, siempre será mejor ser menos kinky pero respirar más tranquilos.

Básicamente, si nos hace ruido la conducta o comportamiento sexual de alguien porque el mismo no es consensual y/o puede causar daño a su persona o a terceros, ¡estamos justificados! ¡Ya estamos hablando de otro tema muy distinto!

De no ser así, ¿por qué nos importa/molesta tanto lo que pasa en el closet de otra persona? ¿De dónde surge nuestra necesidad/ansiedad de que esa persona “salga del closet”? Aquí también se hace muy necesario diferenciar el “estar en el closet” (no mostrar o compartir algo por temor, a pesar de desear poder hacerlo) versus “privacidad” (por ejemplo, el estar completamente cómodo con nuestra sexualidad, más disfrutar o preferir mantener la misma en privado).

Aquí entra en juego la proyección.

La proyección es un fenómeno fascinante. Es la transferencia (o proyección) involuntaria de nuestro propio comportamiento inconsciente en otras personas, de forma que nos parece que estas cualidades existen en los demás (mas no en nosotros).

Cuando nuestras emociones o aspectos inaceptables de nuestra personalidad nos causan ansiedad (ruido) atribuimos estas cualidades (como mecanismo de defensa) a objetos externos y otras personas.

Existe un “gancho” que invita a nuestra proyección (nos engancha), alguna cualidad imperfecta en otros activa algún aspecto propio que busca nuestra atención. Todo aquello sobre nosotros mismos que no aceptamos o reclamamos como propio lo proyectamos en los demás.

Por ejemplo, si estamos incómodos con nuestra sexualidad (o la negamos), atraeremos personas incomodas con su sexualidad (o que la niegan) a nuestras vidas (Aclaro: estar incómodos con nuestra sexualidad no tiene que ver solamente con nuestra orientación sexual, ¿okay?), suprimiremos nuestra propia incomodidad/negación y juzgaremos a aquellos que vemos como inseguros/en negación.

Solamente cuando nos mentimos a nosotros mismos u odiamos algún aspecto de nosotros obtendremos una carga emocional del comportamiento de otra persona. Partiendo de esta premisa, resulta relativamente fácil darse cuenta cuándo estamos proyectando:

“Si la persona o cosa en el ambiente nos informa, probablemente no estamos proyectando. Si la persona o cosa en el ambiente nos afecta, probablemente somos víctimas de nuestras propias proyecciones.”

Nuestra indignación sobre el comportamiento de otros usualmente tiene más que ver con un aspecto propio aún no resuelto.

En conclusión, la próxima vez que la sexualidad ajena nos afecte, pensemos y sintamos un poquito antes de actuar, no vaya a ser que lo que realmente nos está incomodando son nuestras propias proyecciones. - Izzy

Fecha de publicación original: domingo, 21 de abril de 2013

lunes, 2 de abril de 2018

Psicología | "La Fortaleza de la Soledad."

¿Por qué será que de vez en cuando se me da por imaginarme lo que pasaría en una sesión de psicoterapia entre Superman y su súper terapeuta? Es que ser el "Hombre de Acero" no debe ser tarea fácil. Imagínense el estrés, la ansiedad, la culpa y responsabilidad con que tiene que lidiar este hombre a diario. Vivir una vida doble no es fácil y si bien Superman no usa una máscara como Batman, definitivamente la máscara está ahí. Una típica sesión podría incluir un intercambio similar a este:

Terapeuta: ¿Te sientes solo?
Superman: ¿Por que lo dice?
Terapeuta: Llamas a tu casa la Fortaleza de la Soledad.
(Superman baja la cabeza y llora.)

"La Fortaleza de la Soledad." ¡Que concepto! Cuando estudiamos Psicología, nos enseñan sobre la psicología de las fábulas y los cuentos de hadas, y es que detrás de ellos hay muchísimo contenido psicológico. Me pregunto cuándo (si es que ya no se está haciendo) empezarán a enseñar la psicología detrás de los cómics y los súper héroes. Superman tiene doble residencia, como Clark Kent tiene su humilde depa de una recámara (me imagino) pero como Superman tiene su propia "Fortaleza de la Soledad", un palacio enorme, árido y solitario en medio del Ártico. No tiene calefacción, no hay aeropuertos ni carreteras cerca, es mas, ni siquiera tiene un silloncito para sentar a las visitas, de ahí su nombre.


Se me ocurrió que la "Fortaleza de la Soledad", al igual que Superman, tiene dos identidades, o mejor dicho, dos formas de interpretar su nombre:

1) "Fortaleza de la Soledad":  Una estructura que representa la soledad, porque si nos ponemos a pensar, Superman debe sentirse tremendamente solo (aún cuando se hace pasar por Clark Kent), el único sobreviviente de su especie, con amigos como Batman (cuando Dr. House parece mejor prospecto para amigo que Batman, sabes que necesitas rodearte de gente distinta), pensando siempre en salvar al mundo, sintiéndose culpable por quienes no pudo salvar, responsable por los que todavía pueden ser salvados, ¡menuda tarea!

2) "Fortaleza de la Soledad":  Un concepto que representa la fuerza que nos puede dar la soledad, porque cuando no te queda más opción que estar solo, lo mejor que puedes hacer es descubrir las fortalezas de la soledad. Y es que la soledad tiene mucho que enseñarnos, fortalezas ocultas que quizás ni siquiera sabíamos que teníamos. Es importante aprender a estar solos y disfrutar nuestra soledad, pero también es importante aprender a hacer conexiones con los demás...

... hasta el más extrovertido de los extrovertidos necesita a veces estar a solas con sus pensamientos y emociones, recargar las baterías  y hasta el más introvertido de los introvertidos necesita a veces rodearse de compañía (tal vez no una fiesta, pero si sentarse a tomar un café con un amigo).

La fortaleza de la soledad es buena, para aprender a sobrevivir cuando nos toca estar solos, para disfrutar de nuestros momentos de soledad y para apreciar esos momentos cuando estamos en compañía de los demás.

Hasta Superman necesita un poco de compañía para no sentirse tan solo, aunque más no sea una hora a la semana con su terapeuta para poder llorar cuando se siente solo y dejar de lado la máscara del "Hombre de Acero" por un ratito... - Izzy

Fecha de publicación original: martes, 30 de abril de 2013.