lunes, 24 de noviembre de 2014

El arte (y la ciencia) del coqueteo.


Coquetear es todo un arte, o toda una ciencia… ¿o quizás un poco de ambos? Según el Dr. Gary Lewandowski, coqueteamos con un propósito en mente: estimular el interés sexual. Eso no significa que no podamos coquetear por otras razones. Una persona puede coquetear para pasar el rato, sentir cercanía con otro(a), para demostrarse que todavía puede hacerlo o simplemente por diversión.

Nuestras motivaciones para coquetear varían según el género. El coqueteo de los hombres está más motivado por el sexo, mientras que el de las mujeres, por diversión o búsqueda de cercanía con otra persona. 

Nuestra autoestima también afecta la manera en que abordamos el coqueteo:

- Cuando el riesgo de rechazo es alto, los hombres con autoestima alta usan técnicas más directas que aquellos con autoestima baja. Estos últimos se muestras más osados y usan abordajes más obvios que los hombres con autoestima alta cuando su blanco está claramente interesado y el riesgo de rechazo es bajo.

- Cuando el riesgo de rechazo es bajo para las mujeres, estas son más directas, indistintamente de su autoestima. 

Si bien la sutileza (y por ende la ambigüedad) a la hora de coquetear protege la autoestima de quien coquetea, ser directos es la mejor estrategia para evitar mensajes y señales equivocadas. Y es que uno de los beneficios del coqueteo directo, especialmente para quien lo recibe, es que son más claros y fáciles de interpretar (es decir, ¡se va a lo que se va!).

¿Qué tan buenos somos percibiendo el coqueteo? En un estudio diseñado para medir esto, 25% de los participantes coquetearon durante sus interacciones con una persona extraña. Sin embargo, los participantes lo percibieron solo el 28% de las veces, con los hombres percibiendo más eficazmente el coqueteo femenino (36%) que las mujeres detectando el masculino (18%). Los participantes eran mejores dando de cuenta cuando su pareja no estaba coqueteando, acertando el 84% de las veces.

Y si vemos a dos personas conversando, ¿somos capaces de darnos cuenta si hay un coqueteo entre ellos? Un estudio encontró que los observadores que simplemente miraban la interacción fueron aún menos precisos en identificar el coqueteo que aquellos que estaban realmente involucrados en el mismo. Los varones fueron más precisos en el reconocimiento de que las mujeres coqueteaban, pero los hombres en general tienden a sobrestimar el interés de las mujeres, dándoles más de una oportunidad de estar correctos cuando las mujeres en realidad si estaban coqueteando.

Ya saben, sin importar que sean expertos en el arte de la seducción, el cortejo y el coqueteo, o se hagan un ocho cada vez que tratan de invitar a salir a esa chica o chico que les roba la calma, quizás lo mejor sea simplemente ser uno mismo y dar ese primer paso, aunque sea uno chiquito. No se ustedes, pero a mí me gusta pensar que si la otra persona sabe que hay interés y está interesada, se va a encargar de dar el siguiente… y así, entre pequeños pasos, nacen grandes amores. Al menos en un mundo perfecto. - Izzy

Fragmentos extraídos del articulo “A Flirter’s Dilemma: Subtlety vs. Success”, por el Dr. Gary Lewandowski.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

¿Cómo se expresa el apego desorganizado en los niños?


Una infancia con déficits o conflictos con nuestros cuidadores primarios es un predictor importante de dónde nos va a encontrar parados el presente en el continuo de la salud y la disfunción. Por eso me parece tan importante conocer y entender nuestra historia de vida, particularmente nuestro patrón de apego, aprendido de nuestros cuidadores primarios y repetido a lo largo de nuestra vida en cada una de nuestras interacciones con los demás.

Lo veo en cada paciente que me comparte frases como: “Me estoy convirtiendo en mi padre…” o “No quiero hacerle a mis hijos lo mismo que hizo mi mamá conmigo…” Si no conocemos bien nuestra historia, estamos destinados a repetirla.

Según la Dra. Lisa Firestone, todos nacimos con el instinto innato de buscar el cuidado, la protección y seguridad de parte de nuestros padres o cuidadores primarios. Necesitamos de ellos, y tristemente, esto es válido tanto si nos tocaron padres buenos (o suficientemente buenos) o padres malos (o no tan buenos), negligentes, abusivos, ausentes, disfuncionales o simplemente unos con tantos traumas propios sin resolver que carecían de los recursos emocionales necesarios para cumplir con su tarea.

Cuando el comportamiento de nuestros cuidadores primarios es impredecible, atemorizante, negligente, peligroso, caótico, etc., se conjugan los elementos necesarios para que resulte un patrón de apego desorganizado. Es simple, tan solo traten de imaginar a un niño indefenso tratando de obtener seguridad, protección y cuidado de parte de cuidadores que no son aptos para ello.


¿Cómo expresan el apego desorganizado los niños?


Imaginemos una habitación con dos niños y sus cuidadores primarios. Uno de los niños, llamémosle Fabián, tiene una relación de apego seguro con sus padres. El otro, una niña de nombre Fabiola, ha desarrollado un patrón de apego desorganizado con sus cuidadores.

Ambos cuidadores abandonan la habitación y dejan solos a los niños. Ambos se muestran terriblemente molestos por la ausencia de sus cuidadores. Lloran, patalean, se revuelcan por el piso, patean los juguetes que hay a su alrededor, están inconsolables. 

Al rato, ambos cuidadores regresan. Fabián, aun molesto, corre a los brazos de su madre, en busca de confort y apapachos. Tras recibirlos, se calma y minutos más tarde, está jugando tranquilamente, como si nada hubiese pasado.

La reacción de Fabiola es diferente. Ella tiene sentimientos encontrados acerca de la reunión. Corre a los brazos de su padre, pero en cuestión de segundos forcejea brevemente con este y se aleja corriendo hasta llegar al rincón de la habitación, donde se hace una bolita.

Si, su primer impulso fue el de correr hacia su cuidador primario en busca de confort, pero no tardo mucho en recordar el temor que provoca estar cerca de él. ¡Qué sentimientos tan contradictorios! ¿Cómo lidia con ellos una peque indefensa como Fabiola? Como cualquier otro niño en su situación, formando un patrón de apego desorganizado con sus cuidadores primarios.

Lo que Fabiola ignora es que este primer patrón de relación con sus cuidadores primarios será la base para todas sus relaciones futuras, desde sus amiguitos y maestros en el colegio, hasta sus superiores en el trabajo, su pareja y, no sorprendentemente, sus propios hijos. 

Las perdidas, ausencias y traumas de la infancia, así como los patrones de apego aprendidos y adquiridos, se perpetuán a lo largo de nuestra vida como un ciclo vicioso hasta que decidimos hacer algo para cambiar la historia o guion de nuestra propia existencia. 

Si se sintieron identificados con Fabiola, y les gustaría aprender patrones más sanos para relacionarse con ustedes mismos y con los demás (porque el amor empieza por casa), los invito a hacer el ejercicio de iniciar un proceso de desarrollo individual y crecimiento personal, ¡de seguro aprenden mucho sobre sus fortalezas y recursos ocultos que les serán de mucha ayuda en su presente y en su futuro, y les ayudará a entender mejor (y a hacer las paces con) su pasado. ¡Estén bien! – Izzy


Fragmentos extraídos del artículo “Disorganized Attachment” por la Dra. Lisa Firestone.

lunes, 10 de noviembre de 2014

Factores que protegen o exponen a la mujer a situaciones de violencia.


Hace algunos años, mientras elaboraba mi tesis de maestría sobre trauma y mujeres víctimas de violencia doméstica, descubrí que existen diversos factores personales, familiares y sociales que pueden proteger a la mujer de la violencia o ponerla en situación de mayor riesgo. Adoptando un enfoque “ecológico”, se pueden abarcar diversos factores en diferentes niveles y distintos contextos de la vida de una mujer, a saber:

Factores individuales: Comprenden el nivel educativo de la mujer, su autonomía financiera, el historial de victimización anterior, el nivel de potenciación de su capacidad (empoderamiento) y apoyo social, y si ha habido un historial de violencia en su familia cuando era niña.

Factores relacionados con la pareja: Abarcan el nivel de comunicación del hombre con su mujer, el consumo de alcohol y drogas, su situación laboral, si ha presenciado actos de violencia entre sus padres cuando era niño y si es agresivo físicamente con otros hombres.

Factores relacionados con el contexto social inmediato: Comprenden el grado de desigualdad económica entre hombres y mujeres, los niveles de movilidad y autonomía de la mujer, las actitudes hacia los papeles asignados a cada sexo y la violencia contra la mujer, la intervención de los familiares más cercanos, vecinos y amigos en los incidentes de violencia doméstica, el porcentaje de agresiones y delitos entre hombres, así como la evaluación del capital social.

Influencia que factores socio-demográficos tales como la edad, la situación de la pareja y la educación ejercen sobre la prevalencia del maltrato.

Edad: Según datos de la OMS, las mujeres más jóvenes, sobre todo con edades comprendidas entre 15 y 19 años, tienen más riesgo de ser objeto de violencia física o sexual, o ambas, infligida por su pareja. Este patrón puede reflejar, en parte, el hecho de que los hombres más jóvenes suelen ser más violentos que los mayores y de que la violencia suele empezar temprano en muchas relaciones. En algunos entornos, es posible que un mayor número de mujeres jóvenes viviera con su pareja sin estar casada, y estas mujeres, por lo general, presentan mayores riesgos de ser víctimas de violencia. También en algunos entornos, las mujeres mayores tienen un estatus social más alto que las jóvenes, y, por ende, pueden ser menos vulnerables a la violencia.

Estado de la relación: Las mujeres separadas o divorciadas usualmente son víctimas de muchos más actos de violencia infligida por sus parejas a lo largo de su vida que las mujeres casadas. También se dan más casos de violencia infligida por la pareja entre las mujeres que cohabitan (es decir, que viven con un hombre) sin estar casadas. Se producen más casos de violencia entre las mujeres separadas o divorciadas, lo que implica que, en algunos casos, la violencia puede persistir incluso después de la separación.

Educación: Hace algunos años atrás, la OMS realizo un estudio multipaís sobre salud de la mujer y violencia domestica, en el que se comprobó que, en muchos entornos, cuanto mayor era el nivel educativo menor era el número de casos de violencia. Se observó que el efecto protector de la educación parece empezar cuando la mujer cursa estudios más allá de la escuela secundaria. Puede ser que las mujeres con un mayor nivel educativo tengan más posibilidades de elegir a su pareja y mayor capacidad para elegir entre casarse o no, y sean capaces de negociar mayor autonomía y control de los recursos dentro del matrimonio. - Izzy

Extraído de: “Investigación pre-experimental acerca del efecto del Programa de Recuperación Breve (PRB) para Sobrevivientes de Trauma de la Dra. Edna B. Foa y el Dr. David S. Riggs en el tratamiento ambulatorio a mujeres víctimas de violencia atendidas en el Centro para el Desarrollo de la Mujer (CEDEM); Autor: Ezequiel Meilij.

miércoles, 5 de noviembre de 2014

¿Una crisis de la edad media para cada década de tu vida?


Yo no sé si a ustedes les pasa, pero pareciera que la famosa “crisis de la edad media” se ha convertido en una serie de crisis que nos dan por décadas, y cada vez que cambiamos (o nos acercamos a cambiar) de digito decimal en nuestra edad, nos entra la crisis, en parte por las demandas y expectativas que nos hemos impuesto, en parte por las que nos impone la sociedad y el entorno. 

El cuento ahora es que los 30 son los nuevos 20, los 40 los nuevos 30 y los 50 los nuevos 40, como si vivir una década desfasada fuera la solución para sentirnos a gusto con nuestra edad y nuestro momento en la etapa particular de nuestra vida en la que nos encontremos cuando la dichosa crisis nos sale al paso.

Se supone que tienes que lograr no sé cuantos hitos, metas y objetivos antes de llegar a los treinta, ni les cuento si están llegando a los cuarenta y todavía tienen asignaturas pendientes en su lista de “cosas que debí lograr antes de los 30… ¡y de los 20!”. Con tanta presión impuesta y autoimpuesta, ¿¡quien no se deprime!?

A la consulta llegan muchas personas atravesando estas crisis, con sus sumas y sus restas, y por supuesto que puedo empatizar, me ha tocado estar ahí, me toca estar ahí y me tocará estar ahí en la medida que el reloj sigue avanzando y las décadas se acumulan y uno escucha esa canción que tanto le gusta en la radio y se percata de que ya pasaron veintitantos años desde que la escucharon por primera vez siendo adolescentes.

Leyendo un artículo de Garrett Johnson al respecto, me tope con una infografía muy interesante, de la que extraje algunos puntos que me llamaron la atención, para compartir con ustedes:

- Quienes hacen lo que aman y realizan sus sueños son menos propensos a sufrir una crisis de edad media.

- Quienes ponen la mayor parte de sus esfuerzos en cuidar a los demás y muy poco en sus propios intereses son más propensos a sufrir una crisis de edad media.

- En los hombres, la edad promedio para la crisis de la edad media es a los 43, con una duración promedio de 3 a 10 años. Las razones más comunes son el temor a envejecer, a no realizar los sueños, a perder el atractivo, a la enfermedad y a la muerte. 

- En las mujeres, la edad promedio para la crisis de la edad media es a los 44, con una duración promedio de 2 a 5 años. Las razones más comunes son la ausencia repentina de los hijos, cambios en el estilo de vida que permiten más oportunidades, la menopausia, cambios biológicos y psicológicos y el cuestionamiento de haber o no vivido a la altura de su potencial. 

- Eres susceptible de experimentar una crisis de la edad media si estas inusualmente preocupado por tu salud, repentinamente quieres cambiar tu físico (particularmente por medio de la cirugía estética), quieres hacer cosas para sentirte joven, repentinamente sientes que tienes que vivir cada momento al 100%, te encuentras preguntándote “¿esto es lo mejor/más interesante que se va a poner mi vida?”

Sea como sea, podemos ver estas crisis como algo negativo o como algo positivo, y es que en verdad son un poco de ambos. En la medida que subimos la colina de la vida, ganamos y perdemos, sumamos y restamos, y tenemos la increíble oportunidad de hacer balance a nuestra existencia, corregir el rumbo, aprender de lo bueno y lo malo, y apreciar en su justa medida lo que fue y ya no será y lo que está por venir aun. Alguien dijo por ahí que nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde, y nadie sabe lo que de lo que se estaba perdiendo hasta que llega lo nuevo. Bueno, las crisis de la edad media para cada década de nuestra vida sirven para recordárnoslo. - Izzy 

Fragmentos extraídos del artículo “How 30 Year Olds Should Handle A Mid-Life Crisis”, por Garrett Johnson.