lunes, 26 de enero de 2015

Darle Crédito a Nuestro Pasado… y a Nosotros Mismos.


Según Will Meecham, muchos creemos haber fracasado en alcanzar nuestro potencial y nos culpamos por ello. Hoy en día, con todas las presiones, demandas y expectativas propias y ajenas, es muy fácil caer en el “filtro negativo” y considerarnos un fracaso total, basados en información parcial, particularmente cuando nos comparamos con otros, cosa muy fácil con las redes sociales, donde, irónicamente, también nos presentamos totalmente en base a trozos parciales cuidadosamente seleccionados y editados. 

Creo que al final del día, la meta es, como acostumbro decir a muchos de mis pacientes (y a mí mismo cuando hace falta) ser más compasivos con nosotros mismos. Muchas veces, no nos damos suficiente crédito por nuestros recursos y fortalezas, y fallamos en rescatar nuestros valores positivos, o simplemente los excluimos de nuestras ecuaciones y claro, ¡así cualquiera sale perdiendo!

Todos tenemos una historia, y a menudo, al compararnos, lo hacemos de manera injusta, sin tomar en cuenta que aquello que Fulano o Mengana han logrado y nosotros aun no, quizás no les hubiera resultado posible o se les hubiera hecho igual o más difícil que a nosotros si hubieran pasado por lo mismo. ¡Ojo, no les quito mérito ni a Fulano ni a Mengano, tan solo los invito a que tampoco nos quitemos el mérito a nosotros mismos!

Como nos recuerda Will Meecham, somos producto de nuestro condicionamiento. Si fuimos criados para pensar que no contamos, que aquellas personas en las que confiamos nos van a lastimar, o que jamás llegaremos a ser nada en la vida, no deberíamos echarnos tanta culpa ni responsabilidad por tener dificultades en nuestra vida adulta. La codependencia, desconfianza e inseguridad hace que todo en nuestra vida se vuelva, vea y sienta más complicado y difícil, carreras, relaciones, etc.

Eso sí, siempre hay espacio para sanar y crecer. Lo veo a diario en mis pacientes, a medida que van elaborando sus historias y dándoles significado. Es el arte de ayudar a ese niño herido que todos llevamos dentro a sanar y convertirse en un adulto pleno, saludable y feliz. Es un viaje muy interesante y profundamente inspirador, lo sé como terapeuta, y como paciente a lo largo de mis propios procesos personales, y me siento siempre tremendamente privilegiado por poder acompañar a mis pacientes en este viaje. ¡Que estén bien! - Izzy

Fragmentos extraídos del artículo “5 Tips for Healing after Childhood Adversity” por Will Meecham.

lunes, 19 de enero de 2015

El poder de lo vulnerable.


Según Will Meecham, quienes experimentamos abuso, dolor o negligencia durante nuestras infancias nos sentimos diferentes de aquellos que no. Pareciera que tenemos la piel más delgada, más sensible, y nos lastimamos con más facilidad, lo que nos lleva a retraernos o enfurecernos. Nos sentimos menos confiados y podemos tener problemas de atención. Pero lo que vemos como una vulnerabilidad desde una perspectiva puede ser una fortaleza desde otra.

Son como dos lados de una moneda, la eterna dualidad del ying y el yang o la noción de que toda crisis implica una oportunidad. O nuestra luz y nuestra sombra. Porque muchas veces, de igual manera que negamos, ocultamos o proyectamos en los demás lo que creemos negativo, malo, defectuoso o vergonzoso en nosotros, también lo hacemos con lo positivo, que creemos no poseer o de lo cual aun no estamos listos para empoderarnos.

El espacio terapéutico nos da una excelente oportunidad para enfrentar nuestra sombra y nuestro pasado, reprocesar el trauma del abuso, dolor y negligencia de nuestras infancias y darle un nuevo sentido, nuestro sentido, aquel del que podremos obtener un aprendizaje y que nos permitirá crecer en vez de seguir estancados o hundiéndonos en el dolor, las ausencias y perdidas del pasado.

Toda vulnerabilidad trae consigo el regalo de una fortaleza que ni siquiera sabíamos que poseíamos y lo más lindo de este proceso es que cuando logramos conocer y enamorarnos de esta fortaleza, de este nuevo aspecto de nuestro ser, sucede que también conocemos y nos enamoramos de aquella vulnerabilidad que antes creíamos negativa y que ahora reconocemos como valiosa e intrínsecamente inherente a quienes somos como seres humanos. Los invito a iniciar este hermoso proceso de “darse cuenta” y como me dijo alguna vez una persona muy querida: “¡El día que sepas lo bien que se siente, ni te imaginas!” ¡Que estén bien! – Izzy

Fragmentos extraídos del artículo “5 Tips for Healing after Childhood Adversity” por Will Meecham.

lunes, 12 de enero de 2015

¿Cómo se desarrolla el apego desorganizado?


Siempre les recalco a mis pacientes la importancia de aprender acerca de nuestros patrones de apego, esa dinámica de interacción que aprendemos de nuestros padres o cuidadores primarios, y que nos sirve de esquema básico (nuestro librito) acerca de cómo relacionarnos con los demás (y con nosotros mismos). Conocer nuestro patrón de apego nos ayuda a entender mejor nuestra historia, nuestro comportamiento y nuestras emociones. También nos ayuda a conocer nuestras fortalezas y debilidades, y saber qué es necesario desaprender y aprender. Nuestro patrón de apego, cuando somos muy pequeños e indefensos, nos da la base segura desde la cual exploramos el mundo y nuestro entorno, o la base más insegura en la cual toman raíz nuestros miedos e inseguridades más profundos. 

Según la Dra. Lisa Firestone, el trauma no resuelto y las pérdidas en las vidas de los padres son el mejor predictor de apego desorganizado entre estos y sus hijos. Los padres que han experimentado un trauma en sus primeros años de vida y no lo han resuelto son propensos a involucrarse en comportamientos desorientadores con sus hijos. Lo que impacta el apego entre padres e hijos no es necesariamente qué tan mala fue la infancia de los padres, sino lo mucho que han sido capaces de dar sentido a su pasado y sentir plenamente este dolor, creando de esta manera una narrativa coherente. Más capaces sean las personas de resolver el trauma y el conflicto de sus primeros años de vida, más capaces serán para formar un apego seguro con sus hijos.

El haber tenido experiencias de abuso, negligencia o trauma irresuelto en nuestras vidas tempranas puede tener efectos duraderos que nos dejan vulnerable a sentirnos abrumados por las emociones en momentos de estrés entre nosotros y nuestros hijos. Se estima que el 20-40% de la población general tiene un grado de apego desorganizado, mientras que el 80% de los niños que han sido víctimas de abusos tienen un apego desorganizado hacia sus padres. El apego desorganizado puede ser pasado de generación a generación, debido a que los padres que luchan con traumas irresueltos en sus vidas enfrentan muchos problemas a la hora de tolerar un agama de emociones en sus hijos. Pueden reaccionar a ellos con miedo y otras emociones primarias que salen a la superficie en momentos de estrés. En momentos así, los padres pueden actuar de manera agresiva, atemorizante y destructiva, sin siquiera estar plenamente conscientes de su comportamiento.

Lo importante de esto es saber que los traumas sin resolver y pérdidas de nuestra infancia se pueden trabajar y elaborar en terapia, desaprendiendo los patrones de apego disfuncionales y aprendiendo maneras más sanas para relacionarnos, no solo con nuestros hijos, sino también con nosotros mismos y con los demás. - Izzy

Fragmentos extraídos del artículo “Disorganized Attachment”, por la Dra. Lisa Firestone.

jueves, 1 de enero de 2015

“Metas en el papel y la mente” (colaboración con Karla Jiménez Comrie, publicada en La Prensa, 1 de enero, 2015).


El comienzo del nuevo año trae consigo deseos de renovación que suelen derivar en la redacción “mental” o escrita de propósitos o resoluciones que constituyen una forma de iniciar con optimismo un nuevo ciclo.

Más allá de expresar esos propósitos en negro sobre blanco resultan un acto de contrición o “la revisión consciente de cuánto hemos logrado prosperar al cabo de una anualidad”, define la psicóloga y coach personal, Cynthia Tulipano.

De acuerdo con la especialista, la célebre lista en la que solemos proyectar los anhelos de una mejor silueta o de recibir un incremento salarial, por decir algunos ejemplos, son una forma de crear retos que contribuyen al crecimiento personal y a proyectar, si es posible, “un mundo a la medida”, como decía el novelista español Fernández Santos.

Aunque también vale decir que estos buenos deseos se pueden extraviar en la melopea propia de los festejos de fin de año y el afán excesivo para alcanzar ideales poco realistas.

REDUNDAR EN LO TRIVIAL.

Un artículo publicado por la revista Forbes asegura que son pocas las personas que logran realizar sus propósitos para el Año Nuevo, lo que conlleva a repetir las mismas intenciones en cada enero.

El psicólogo clínico Ezequiel Meilij asegura que según estudios publicados por la Universidad de Scranton, Estados Unidos, solo 1 de cada 12 personas logra cumplir con las disposiciones trazadas.

“Muchas veces nos fijamos metas basadas en demandas y expectativas irreales”, afirma el especialista.

Con este concepto concuerda Tulipano, quien explica que al esbozar “sueños” en lugar de metas concretas no se puede establecer un plan de acción en un tiempo medible para su cumplimiento.

“Nos exigimos de la noche a la mañana cumplir con objetivos fallidos, pensando que se van a concretar por arte de magia”, describe Meilij.

Señala que este comportamiento es una distorsión cognitiva, conocida como “pensamiento mágico”.

DESEOS RECURRENTES.

El portal estadounidense GobiernoUSA.gov identifica el ahorrar dinero, bajar de peso, hacer ejercicio y encontrar un mejor trabajo, como algunas de las resoluciones más comunes al principio de cada año.

A esta lista, Forbes añade los idearios de pasar más tiempo con la familia y culminar los estudios. Son los deseos más recurrentes al inicio de cada año.

No cumplir con estos objetivos conlleva a que las personas continuamente repitan una finalidad con la esperanza de que se ejecuten algún día.

Algo que, según la revista especializada en temas financieros, deja en evidencia “el estancamiento personal y la falta de compromiso” del individuo.

Para Meilij, no obstante, la repetición de un propósito también figura como una oportunidad para “encarar los fines de forma diferente y lograr encaminarlos”.

Es una oportunidad para revaluar las acciones hechas y hacer los ajustes necesarios para lograr los cambios anhelados, reitera.

ESTA VEZ SÍ.

Tulipano explica que para trabajar una meta es necesario deshacerse de las viejas costumbres.

“Hay que hacer sacrificios y dejar de lado la comodidad y [la] gratificación inmediata”, apunta la coach personal, quien señala la importancia de tomar en cuenta todos los aspectos cotidianos.

Las afirmaciones positivas, tanto para el entorno personal como el profesional, resultan provechosas para crear una lluvia de ideas, que según la especialista se debe depurar con objetivos reales que permitan emprender un proyecto.

Recomienda tener prevista una fecha de inicio y un período de finalización para cada objetivo.

“Finalmente, cada propósito deberá ser cuantificable. Es decir, que deberá tener muy en claro el resultado que desea obtener”, recalca.

Por otro lado, Meilij recomienda hallar un punto medio entre las resoluciones personales y aquellas que incluyen a pareja, familia, amistades y colegas, además de otras personas.

Aconseja pensar en deseos que se pueden controlar.

“No podemos garantizar tener buena salud, pero sí podemos resolver, desde hoy, hacer más ejercicio, comer mejor y evitar los excesos”, puntualizó el psicólogo clínico.

Enlace original: http://impresa.prensa.com/panorama/Metas-papel-mente_0_4108839205.html