miércoles, 31 de enero de 2018

El difícil arte de arrancarse la curita.


La premisa es sencilla: a veces las cosas simplemente no funcionan y hay que saber cuándo es hora de irse a casa, ya sea con la frente en alto, ya sea con el rabo entre las piernas. Créanme, ambas opciones son mejores a quedarse y seguir tratando de que funcione lo que no funciona (si, la trillada y desgastada definición de la locura).

El tema es que somos humanos, y nos cuesta desapegarnos y despegarnos, y decir adiós y cerrar capítulo, y seguir sin mirar atrás, sin la tentación de preguntarnos qué pudo haber sido, o si todavía podría ser. De esto están hechos nuestros fantasmas de lo que fue y pudo haber sido.

Todo esto nos recuerda lo importante de definir la autorrealización en nuestros propios términos, es decir, olvidarnos de todo aquello que se espera de nosotros (pareja incluida, que es la parte más difícil) y enfocarnos en lo que esperamos de nosotros mismos (¡siiii, ser egoístas! ¡No es mala palabra y lo seguiremos repitiendo hasta que lo asimilemos!). Si no funciona, tenemos el permiso y el derecho a decir “hasta aquí”, aunque cueste un mundo asimilar el concepto (si, se que cuesta un mundo hacerlo; también se que se puede hacer, aunque cueste un mundo).

Como quien se quita una curita: más rápido, mejor.

Somos una sociedad de curitas, las necesitamos para tapar la herida y creo que nos da mucho miedo quitárnosla y descubrir que nuestra herida es más o menos como el famoso gato de Schrödinger, es decir, no podemos saber si la herida sigue abierta o ya cicatrizó hasta remover la curita, y siento que nos aterra por igual cualquiera de las dos opciones, ¿ustedes que piensan?

A veces preferimos dejar la curita ahí, pensando (y vaya pensamiento mágico que es este) que si la dejamos ahí suficiente tiempo, es decir, aguantamos un poco más, y un poco más después de eso, vamos a remover la curita y no habrá ni herida ni cicatriz, ausencia total de algo que nos indique que algo pasó (si, hacer inconsciente lo consciente, bien reprimido o negado, así como nos gusta tanto a los seres humanos).

Somos inteligentes si logramos ver que algo simplemente no trabaja, no funciona, o como a mí me gusta decir: no fluye. Somos brillantes si renunciamos y seguimos adelante. ¿Difícil arte ser brillante, no? No se preocupen, la iluminación es más viaje que destino, más aprendizaje en proceso que lección aprendida. Ah, y lo que no brilla hoy, quizás brillará mañana, vale la pena esperar, ¿no creen?

Ya saben, ¡que estén bien! - Izzy :)

lunes, 29 de enero de 2018

Factores históricos como predictores de relaciones estables, satisfactorias y sexuales.


Reclamar nuestra sexualidad no es fácil, pero hacernos responsables de ella es una parte vital para todos aquellos que desean vivir una sexualidad sana, y por ende, gozar de relaciones más saludables. Una relación saludable es satisfactoria, estable y sexual. Existen muchos factores que predicen una relación saludable, entre ellos, los denominados “factores históricos”.

miércoles, 24 de enero de 2018

El emocionante arte de las segundas oportunidades.



Yo no sé ustedes, pero yo soy creyente en las segundas oportunidades, segundas impresiones y segundas vueltas. Porque la vida es muy larga y nunca sabemos cuándo lo que hoy no brilla, brillará mañana y lo que hoy no se dio, no fue o no fluyó, mañana si se dará, será o fluirá. Eso, si, hay algo claro en esto, para que estas segundas oportunidades sucedan, algo tiene que pasar, algo tiene que ceder, algo tiene que cambiar.

¿Más sencillo? Algo tenemos que aprender. Si es un tema personal, nos toca a nosotros. Si es un tema de pareja o relación, depende, a veces es una de las personas la que necesitaba aprender algo, a veces son las dos. Pero cuando te vuelves a encontrar con esta persona de tu pasado (tu fantasma personal de lo que fue y pudo haber sido) hay algo muy claro, ninguno de los dos son la misma persona, a pesar de un pasado y una historia en común. Si son afortunados, ambos crecieron y aprendieron en ese lapso en el que estuvieron separados.

Quién sabe, de repente en ese volver a conocerse descubren que vale la pena volver a intentar, poner en práctica estos nuevos recursos, herramientas y aprendizajes. A veces, de igual forma que el primer año de un duelo es tan solo la preparación para el segundo, su primera historia fue solo la preparación para la segunda.

Ya saben, ¡que estén bien! - Izzy