viernes, 27 de junio de 2014

Raíces y repercusiones de la violencia.

Las raíces de la violencia: un modelo ecológico.

No existe un factor que explique por sí solo por qué una persona se comporta de manera violenta y otra no lo hace, ni por qué una comunidad se ve desgarrada por la violencia mientras otra comunidad vecina vive en paz. La violencia es un fenómeno sumamente complejo que hunde sus raíces en la interacción de muchos factores biológicos, sociales, culturales, económicos y políticos.

Algunos factores de riesgo pueden ser privativos de un tipo determinado de violencia, pero es más frecuente que los diversos tipos de violencia compartan varios factores de riesgo.

En su Informe mundial sobre la violencia y la salud, la OMS (2002) recurre a un modelo ecológico para intentar comprender la naturaleza polifacética de la violencia. Su principal utilidad estriba en que ayuda a distinguir entre los innumerables factores que influyen en la violencia, al tiempo que proporciona un marco para comprender cómo interactúan.

El modelo permite analizar los factores que influyen en el comportamiento (o que aumentan el riesgo de cometer o padecer actos violentos) clasificándolos en cuatro niveles:

- En el primer nivel se identifican los factores biológicos y de la historia personal que influyen en el comportamiento de los individuos y aumentan sus probabilidades de convertirse en víctimas o perpetradores de actos violentos. Entre los factores que pueden medirse o rastrearse se encuentran las características demográficas (edad, educación, ingresos), los trastornos psíquicos o de personalidad, las toxicomanías y los antecedentes de comportamientos agresivos o de haber sufrido maltrato.

- En el segundo nivel se abordan las relaciones más cercanas, como las mantenidas con la familia, los amigos, las parejas y los compañeros, y cómo aumentan éstas el riesgo de sufrir o perpetrar actos violentos.

- En el tercer nivel se exploran los contextos comunitarios en los que se desarrollan las relaciones sociales, como las escuelas, los lugares de trabajo y el vecindario, y se intenta identificar las características de estos ámbitos que aumentan el riesgo de actos violentos. A este nivel, dicho riesgo puede estar influido por factores como la movilidad de residencia, la densidad de población, unos niveles altos de desempleo o la existencia de tráfico de drogas en la zona.

- El cuarto nivel se interesa por los factores de carácter general relativos a la estructura de la sociedad que contribuyen a crear un clima en el que se alienta o se inhibe la violencia, como la posibilidad de conseguir armas y las normas sociales y culturales. En este nivel, otros factores más generales son las políticas sanitarias, económicas, educativas y sociales que contribuyen a mantener las desigualdades económicas o sociales entre los grupos de la sociedad.

En el modelo, el solapamiento de los niveles ilustra cómo los factores de cada nivel refuerzan o modifican los de otro. Así, por ejemplo, un individuo de personalidad agresiva tiene más probabilidades de actuar violentamente en el seno de una familia o una comunidad que acostumbra a resolver los conflictos mediante la violencia que si se encuentra en un entorno más pacífico. El aislamiento social, factor comunitario muy frecuente en el maltrato de ancianos, puede estar influido tanto por factores sociales (por ejemplo, un menor respeto a los ancianos en general) como relacionales (la pérdida de amigos y familiares).

Además de ayudar a esclarecer las causas de la violencia y sus complejas interacciones, el modelo ecológico también pone de manifiesto que, para prevenirla, es necesario actuar en varios niveles a la vez.


Las repercusiones de la violencia.

La violencia física, sexual y psicológica, además de menoscabar la salud y el bienestar de muchas personas, cuestan cada año al Estado grandes sumas de dinero en atención sanitaria, costas judiciales, absentismo y pérdida de productividad. Además, los efectos de la violencia sobre la salud pueden prolongarse más allá del maltrato inicial y ocasionar discapacidades permanentes.

Además de las lesiones físicas directas, las víctimas de la violencia corren mayor riesgo de sufrir problemas psíquicos y comportamentales de muy diversa índole, como depresión, abuso del alcohol, ansiedad y comportamiento suicida, además de problemas reproductivos como embarazos no deseados, enfermedades de transmisión sexual y disfunciones sexuales.

Rara vez existe una relación causal sencilla entre un acto violento y su repercusión, sobre todo en el maltrato psíquico. Incluso en casos extremos puede darse toda una gama de reacciones y efectos, ya que los individuos responden a la adversidad de manera muy personal. La edad y el temperamento, así como el hecho de disponer o no de apoyo emocional, influyen en las consecuencias de los hechos violentos.

Del análisis a la acción.

En el ámbito de la salud pública, las intervenciones se clasifican tradicionalmente en tres niveles de prevención:

- Prevención primaria: actuaciones dirigidas a prevenir la violencia antes de que ocurra.

- Prevención secundaria: medidas centradas en las respuestas más inmediatas a la violencia, como la atención pre-hospitalaria, los servicios de urgencia o el tratamiento de las enfermedades de transmisión sexual después de una violación.

- Prevención terciaria: intervenciones centradas en la atención prolongada después de actos violentos, como la rehabilitación y la reintegración, y los intentos por aminorar los traumas o las discapacidades de larga duración asociadas con la violencia.

Estos tres niveles se definen desde el punto de vista temporal, es decir, en función de que la prevención se produzca antes que el acto violento, inmediatamente después o a largo plazo.

Según lo indica la OMS (2002) los investigadores se inclinan cada vez más por una definición de la prevención de la violencia centrada en el grupo al que va destinada. Esta definición agrupa las intervenciones de la manera siguiente:

- Intervenciones generales: están dirigidas a grupos o a la población general y no tienen en cuenta el riesgo individual; son ejemplo de ello las enseñanzas sobre prevención de la violencia impartidas a todos los alumnos de una escuela o a los niños de una edad determinada, así como las campañas de ámbito comunitario en los medios de comunicación.

- Intervenciones seleccionadas: están dirigidas a las personas consideradas en mayor riesgo de padecer o cometer actos violentos (es decir, las que reúnen uno o más factores de riesgo).

- Intervenciones indicadas: están dirigidas a las personas con antecedentes de comportamiento violento, como el tratamiento para los perpetradores de actos de violencia doméstica. - Izzy

Extraído de “Investigación pre-experimental acerca del efecto del Programa de Recuperación Breve (PRB) para Sobrevivientes de Trauma de la Dra. Edna B. Foa y el Dr. David S. Riggs en el tratamiento ambulatorio a mujeres víctimas de violencia atendidas en el Centro para el Desarrollo de la Mujer (CEDEM)” por Ezequiel Meilij.

miércoles, 18 de junio de 2014

Mantener privado lo privado.

La historia va algo así: Aparentemente James Franco tuvo un encuentro con Lindsay Lohan. Aparentemente, Lindsay Lohan indica que el mismo fue sexual. James Franco decide escribir una historia corta al respecto para “Vice” (una revista), titulada “Bungalow 89”.

En ella, James Franco intercala interesantes anécdotas del tipo que solo puedes recolectar si eres actor de Hollywood con un recuento de su encuentro con Lindsay, aclarando varias veces que no tuvo sexo con ella.

Obviamente en Hollywood sucede algo muy surrealista, los límites entre lo público y lo privado están muy difuminados, son terriblemente imprecisos, catastróficamente ambivalentes. Se requiere de mucha salud mental el navegarlos adecuadamente, y creo que Hollywood no es exactamente sinónimo de salud mental.

Esto se hace aparente cuando dos personas tienen un encuentro privado, una lo hace público, sexualizándolo, mientras que la otra escribe una historia corta al respecto, desexualizándolo (pero no por ello haciéndolo menos tóxico). Para mí, falta de clase y sobra de toxicidad de parte de ambos, pero si bien Lohan fue la primera en abrir la boca, Franco podía haber optado por mantener la suya cerrada y entonces podría contarles de la toxicidad de Lohan y la clase de Franco, y esta entrada sería muy diferente.


5 condiciones básicas para un intercambio saludable.

Estaba escribiendo sobre sexualidad y recordando las cinco condiciones básicas para una sexualidad saludable: consentimiento, igualdad, respeto, confianza y seguridad. Aquí no estamos hablando de una relación sexual, pero me sorprendió como estas mismas condiciones pueden ser extrapolables a las relaciones, interacciones, dinámicas y/o transacciones diarias, comunes y mundanas entre dos personas, una manera de “medir” el grado de salud versus toxicidad de las mismas. Veamos:

1. Consentimiento: Elegir con libertad y comodidad el involucrarse o no (e idealmente el ser o no involucrado) en la dinámica. Implica estar consciente, estar informado y poder detener la dinámica en cualquier momento.

2. Igualdad (simetría): Sensación de poder personal en un nivel igual al de la otra persona. Ninguno domina o intimida al otro.

3. Respeto: Tener consideración positiva por sí mismo y por la otra persona. Sentirse respetado por la otra persona en base al trato.

4. Confianza: Confiar en la persona a nivel físico y emocional. Aceptar las necesidades y vulnerabilidades del otro. Responder a las preocupaciones con sensibilidad.

5. Seguridad: Sentirse seguro y a salvo en la dinámica. Estar cómodo y asertivo respecto a dónde, cuándo y cómo la dinámica toma lugar. Sentirse a salvo de la posibilidad de consecuencias negativas: daño físico, psicológico y emocional.

James Franco aclara que no tuvo sexo con Lindsay Lohan, pero haciendo públicos los detalles privados del encuentro entre los dos, muy personalmente siento que transgredió su confianza, consentimiento, igualdad, respeto y seguridad. Si Lindsay Lohan está tan “dañada” como James Franco indica en su escrito, él podía haber sido la mejor persona y respetar su “daño” sin necesidad de convertirlo en una historia de consumo masivo.

Límites que se irrespetan y transgreden.

Sí, todos tenemos derecho a contar nuestra historia, pero tenemos una responsabilidad para con la otra persona cuando decidimos hacer pública una historia privada de la que sólo tenemos derecho de autoría sobre nuestra mitad.

Sí, hay espacios de confianza para contar historias completas, espacios muy exclusivos, muy reducidos, muy íntimos, con nuestros amigos más cercanos, con nuestro terapeuta, un consejero, un mentor, con personas que no solo sabemos nos respetarán a nosotros, sino también respetarán el derecho a la privacidad de la otra persona.

Las revistas, Twitter, Facebook, redes sociales y demás espacios públicos no son ese espacio.

Tenemos tanto derecho a hacer pública una historia privada de dos como la otra persona tiene de mantenerla privada. Y si aun así decidimos romper estos cinco principios básicos, estoy casi seguro de que terminaremos informando más y peor acerca de nosotros que acerca de aquella persona a la cual nos estamos refiriendo y cuyo derecho a la privacidad estamos transgrediendo. - Izzy

miércoles, 11 de junio de 2014

Tres motivaciones para el sexo


Al hablar de un modelo de sexualidad saludable, siempre hago énfasis en que se den estas cinco condiciones básicas: confianza, consentimiento, igualdad, respeto y seguridad. Algunos preguntarán: ¿y qué pasa con el amor? Bueno, lamento reventarles la burbujita de la idealización, pero el amor no pincha ni corta en esta ecuación. Sorry. Lo siento. Mis condolencias.

En el mundo real, los seres humanos navegamos el campo de la sexualidad movidos por motivaciones diversas, desde “one night stands” (sexo de una noche), pasando por relaciones casuales, amigos con beneficios (follamigos) y esas relaciones “ideales” (o idealizadas) donde se da el amor y el sexo en conjunción perfecta, casi perfecta o (la favorita de los psicólogos) suficientemente buena.

Ojo, no estoy en contra del sexo con amor (o amor con sexo). ¡Para nada! Personalmente creo que es la experiencia más completa, pero hay que aceptar que no es ni la norma ni el ideal para algunos (o muchos). A falta, o exceso, de amor, al menos que se cumplan los cinco criterios arriba mencionados.

Para la Dra. Leslie Becker-Phelps, una forma de pensar en ello es clasificar el sexo como puramente físico, puramente emocional, o por apego.

Motivación #1: El sexo puramente físico.

Es impulsado por un deseo de placer sensual. Acá cada quien va a lo que va y las cuentas están claras, no hay lazos, ataduras ni compromisos. Eso si, por favor, tampoco malentendidos. Cada quien se supone suficientemente maduro (emocionalmente) para aceptar su responsabilidad a la hora de lanzarse al ruedo.

Aclaración importante, esto no necesariamente significa una ausencia total, completa y absoluta de emoción. Ese sexo desconectado, casi disociado es potencialmente tóxico (para todos los implicados). Recuerden que todo extremo es malo. Podemos estar conectados con nuestras emociones, bien claros en la ausencia de amor, afecto, compromiso, etc. entre los participantes, tener sexo puramente físico y disfrutarlo.

Motivación #2: El sexo puramente emocional.

Es impulsado por la necesidad de sentirse reasegurado emocionalmente. Es buscar el amor a través del sexo, una ruta particularmente escabrosa y casi siempre asimétrica, es decir, puede pasar que mientras uno de los participantes está buscando amor, el otro está buscando sexo.

Si bien tanto el sexo puramente físico como el puramente emocional pueden considerarse experiencias incompletas, personalmente considero que esta segunda variante es más peligrosa para el bienestar emocional de los implicados.

El problema del sexo puramente físico y emocional.

El problema para las personas atrapadas en sólo tener relaciones sexuales puramente físicas o emocionales es que se están perdiendo de mucho, más exactamente, se están perdiendo la otra mitad de la experiencia y por ello, a menudo experimentan problemas sexuales.

Es simple: el inconsciente se encarga de hacer consciente lo que está ausente, y su canal de acción predilecto es el somático. Nuestro cuerpo nos avisa que algo anda mal, fuera de balance, en desequilibrio.

Quienes se han cerrado a lo emocional es probable que luchen con el rendimiento (disfunción eréctil y eyaculación precoz para el hombre, por ejemplo). Su meta terapéutica será trabajar en la intimidad emocional en su relación - fuera de la habitación, abrirse más, compartir y expresar pensamientos y sentimientos. Básicamente, hacerse vulnerable con la pareja.

Quienes se han cerrado a lo físico son propensos a tener problemas con la excitación (incapacidad para lubricar para la mujer, por ejemplo). Su meta terapéutica será trabajar en sentirse mejor consigo mismo y darse el permiso de tomar los comentarios positivos de su pareja. Esto pone a prueba las creencias sobre ellos y su pareja, muchas veces distorsionadas e idealizadas.

Se trata de volver a conocerse, con menos idealidad y más realidad. ¿Se entiende?

Motivación #3: El sexo por apego.

Está motivada por un deseo mutuo de cercanía física y emocional. Acá tenemos lo mejor de dos mundos: el confort emocional, el placer sexual y un profundo sentido de unión entre los participantes.

Nos gusta pensar que este es el modelo ideal, pero tenemos que recordar que lo ideal no es lo real y este modelo no tiene por qué ser la norma. A lo largo de nuestras vidas y de nuestras relaciones podemos experimentar cualquiera de estos modelos, incluso dentro de una relación donde hay amor. Si, a veces tenemos ganas de experimentar esa conexión única y sublime con nuestra persona amada y deseada, pero a veces solo queremos sentirnos amados y contenidos por ella o sencillamente queremos sacarnos las ganas con una sesión de sexo salvaje y desinhibido al mejor estilo Animal Planet.

Como dice la Dra. Leslie Becker-Phelps, el sexo por apego no es el único "buen" sexo y es un problema ver el sexo por apego como el ideal por el cual cada uno debe luchar todo el tiempo, hay un lugar muy real para el sexo físico y emocional.

Hay que saber encontrar el equilibrio en pareja, algunos días el querrá más emoción, algunos días ella querrá más acción y a veces se encontrarán a mitad de camino. - Izzy

miércoles, 4 de junio de 2014

Una mirada a la violencia I: ¿Qué es la violencia y cómo se clasifica?


Definición de la violencia.

La violencia es un fenómeno sumamente difuso y complejo cuya definición no puede tener exactitud científica, ya que es una cuestión de apreciación. La noción de lo que son comportamientos aceptables e inaceptables, o de lo que constituye un daño, está influida por la cultura y sometida a una continua revisión a medida que los valores y las normas sociales evolucionan.

La violencia puede definirse de muchas maneras, según quién lo haga y con qué propósito. La dificultad reside en definir la violencia de manera que abarque el conjunto de actos perpetrados y las experiencias subjetivas de las víctimas, sin que la definición resulte tan amplia que pierda sentido o describa como hechos patológicos las vicisitudes naturales de la vida cotidiana.

La Organización Mundial de la Salud (2002) define la violencia como el uso deliberado de la fuerza física o el poder, ya sea en grado de amenaza o efectivo, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones.

La definición comprende tanto la violencia interpersonal como el comportamiento suicida y los conflictos armados. Cubre también una amplia gama de actos que van más allá del acto físico para incluir las amenazas e intimidaciones.

Además de la muerte y las lesiones, la definición abarca también las numerosísimas consecuencias del comportamiento violento, a menudo menos notorias, como los daños psíquicos, privaciones y deficiencias del desarrollo que comprometan el bienestar de los individuos, las familias y las comunidades.

Clasificación de la violencia.

La OMS (2002) divide a la violencia en tres grandes categorías según el autor del acto violento:

- Violencia dirigida contra uno mismo

- Violencia interpersonal

- Violencia colectiva

Esta categorización inicial distingue entre la violencia que una persona se inflige a sí misma, la infligida por otro individuo o grupo pequeño de individuos, y la infligida por grupos más grandes, como los Estados, grupos políticos organizados, milicias u organizaciones terroristas.

A su vez, estas tres amplias categorías se subdividen para reflejar tipos de violencia más específicos.

Violencia dirigida contra uno mismo.

La violencia dirigida contra uno mismo comprende los comportamientos suicidas y las autolesiones, como la automutilación. El comportamiento suicida va desde el mero pensamiento de quitarse la vida al planeamiento, la búsqueda de medios para llevarlo a cabo, el intento de matarse y la consumación del acto. Muchas personas que abrigan pensamientos suicidas no atentan nunca contra sí mismas, e incluso las que intentan suicidarse pueden no tener la intención de morir.

Violencia interpersonal.

La violencia interpersonal se divide en dos sub-categorías:

- Violencia intrafamiliar o de pareja: en la mayor parte de los casos se produce entre miembros de la familia o compañeros sentimentales, y suele acontecer en el hogar, aunque no exclusivamente. Abarca formas de violencia como el maltrato de los niños, la violencia contra la pareja y el maltrato de los ancianos.

- Violencia comunitaria: se produce entre individuos no relacionados entre sí y que pueden conocerse o no; acontece generalmente fuera del hogar. Aquí se incluyen la violencia juvenil, los actos violentos azarosos, las violaciones y las agresiones sexuales por parte de extraños, y la violencia en establecimientos como escuelas, lugares de trabajo, prisiones y residencias de ancianos.

Violencia colectiva.

La violencia colectiva es el uso instrumental de la violencia por personas que se identifican a sí mismas como miembros de un grupo frente a otro grupo o conjunto de individuos, con objeto de lograr objetivos políticos, económicos o sociales. Adopta diversas formas: conflictos armados dentro de los Estados o entre ellos; genocidio, represión y otras violaciones de los derechos humanos; terrorismo; crimen organizado.

Esta clasificación tiene también en cuenta la naturaleza de los actos violentos, que pueden ser físicos, sexuales o psíquicos, o basados en las privaciones o el abandono, así como la importancia del entorno en el que se producen, la relación entre el autor y la víctima y, en el caso de la violencia colectiva, sus posibles motivos. - Izzy

Extraído de “Investigación pre-experimental acerca del efecto del Programa de Recuperación Breve (PRB) para Sobrevivientes de Trauma de la Dra. Edna B. Foa y el Dr. David S. Riggs en el tratamiento ambulatorio a mujeres víctimas de violencia atendidas en el Centro para el Desarrollo de la Mujer (CEDEM)” por Ezequiel Meilij.