Jaroslav Flegr es un científico checo. Un científico checo que a inicios de los noventa, comenzó a sospechar que su personalidad estaba siendo manipulada, haciéndolo comportarse de forma extraña y, a veces, auto destructiva.
"Dr. Freud, nos encontramos una vez más. ¿Qué lleva usted ahí? ¿Acaso es un gato? Esto no me gusta, no me gusta nada..." (Jaroslav Flegr, fotografía por Michal Novotný). |
El principal sospechoso era su gato, o mejor dicho, los parásitos unicelulares que vivían hospedados en el felino ofensor. Siguiendo la línea de pensamiento científico, Flegr concluyo que si estos parásitos estaban metiéndose con su cabeza, era muy probable que lo estuvieran haciendo con otras personas.
Este parásito, el cual es excretado por los felinos en sus heces, se llama Toxoplasma gondii y es el organismo causante de la toxoplasmosis. Si una mujer resulta infectada durante el embarazo, puede transmitir esta enfermedad al feto, resultando en algunos casos en severo daño cerebral o incluso la muerte.
También es una amenaza para quienes sufren de un sistema inmunológico comprometido. En los días tempranos de la epidemia del SIDA, era el culpable por la demencia que afectaba a muchos pacientes durante las etapas terminales de la enfermedad.
En el caso de los niños saludables y los adultos, experimentan tan solo síntomas semejantes a los de la gripe antes de que sus organismos combatan al parásito, el cual queda latente dentro de las células cerebrales.
Flegr cree (y no es el único) que el parásito “latente” puede estar silenciosamente alternado o manipulando las conexiones entre nuestras neuronas, cambiando nuestras respuestas antes situaciones atemorizantes, nuestra confianza en los demás, nuestra extroversión e incluso nuestra preferencia por ciertos aromas.
También se cree que el organismo contribuye a accidentes de tráfico, suicidios y trastornos mentales tales como la esquizofrenia.
Flegr ha perseguido esta teoría durante décadas en relativa oscuridad. Resulta que nuestro buen científico checo no es bueno con el inglés, y aun en su idioma natal, no es muy conversador, y por lo tanto raramente viaja a conferencias científicas (un buen llamado de atención para que los introvertidos hablemos un poco más fuerte y alto, al menos cuando exista un riesgo de que nuestros cerebros sean dominados por parásitos unicelulares).
Indica que existe una resistencia psicológica muy fuerte a la posibilidad de que el comportamiento humano sea influenciable por un parásito Esto es cierto, creo que a todos nos aterra la idea o la noción de que nuestro libre albedrío es solo una ilusión y que nuestras acciones están orquestadas por nuestros cerebros, las reacciones químicas que ocurren dentro de ellos o por un parásito con ínfulas de controlador; pero en la medida en que las neurociencias avanzan, más descubrimos el rol de nuestro cerebro en nuestras acciones, emociones y personalidades (mas sobre esto en posts futuros, ¡eso es promesa!).
El gato es el huésped predilecto para el toxoplasma gondii, y llega a este a través de su huésped original, un pequeño e inofensivo ratón. Muy a lo Tom y Jerry. Bien, aquí es donde nuestra historia se vuelve exquisitamente retorcida (más aún para un organismo de una sola célula, ¡Freud hubiera estado encantado de tenerlo en el diván y psicoanalizarlo!).
"Entonces, señor Toxoplasmo gondii, cuénteme acerca de su madre..." |
El parásito altera la aversión innata que siente el ratón por el gato, convirtiéndola en atracción. ¿Cómo hace esto? El organismo reconecta circuitos en las partes del cerebro que manejan emociones primarias como el temor, la ansiedad y la excitación sexual. El ratón, que normalmente huye al sentir el olor de la orina del gato, ahora se siente atraído y excitado por este aroma, yendo a dar directo a las fauces del gato, quien sabe que se ha ganado una buena presa, pero no sabe que también se ha convertido en el nuevo huésped del parásito.
Después de que un gato infectado defeca, el parásito es recogido de la tierra por roedores, porcinos y ganado, quienes se convierten en nuevos huéspedes, albergándolo en sus cerebros y otros tejidos corporales.
Los humanos estamos expuestos al entrar en contacto con las heces de los gatos, al beber agua contaminada con heces felinas, al consumir vegetales sin limpiar y carne cruda o poco cocinada. Ya saben, más higiene, más salud.
Una vez dentro del huésped animal o humano, el parásito necesita regresar al gato, el único sitio donde puede reproducirse sexualmente, y supuestamente es aquí donde su manipulación de nuestros cerebros entraría en acción hacia ese fin.
Poco se sabe acerca de cómo esta infección latente puede influenciar a los humanos, ya que nosotros y otros mamíferos grandes somos, presumiblemente, huéspedes accidentales, o un callejón sin salida para el parásito Aun así mamíferos desde el ratón hasta el ser humano comparten la mayoría de sus genes, por lo que podríamos, en un caso de identidad equivocada, ser aun vulnerables a la manipulación por parte del parásito.
El toxoplasma gondii es solamente uno de muchos parásitos manipuladores mentales. Tal es el caso del virus de la rabia.
Al borde da causar la muerte a un perro, murciélago o cualquier otro huésped de sangre caliente, le provoca un estado de rabia, simultáneamente migrando desde el sistema nervioso de la criatura hacia su saliva, asegurándose así de que, cuando el huésped muerda, transmita el virus a un nuevo huésped.
¿Tiene cierto aire a película de ciencia ficción? Bueno, toda ciencia ficción es ficción hasta que la tecnología se pone a la par y la hace realidad (el simple hecho de que me estén leyendo a través del internet es prueba suficiente).
Este es uno de esos temas que dan para hablar y hablar por horas, así que no se sorprendan si más adelante le doy seguimiento al interesante trabajo del Dr. Jaroslav Flegr y otros estudios recientes que aportan más a sus teorías.
Duerman bien, vigilen a su gato y cocinen muy bien sus alimentos.
Namaste.
Links relacionados:
Can Humans Be Controlled By Tiny Parasites? (Por Jason Koebler)How Your Cat Is Making You Crazy (Por Kathleen McAuliffe)
Wikipedia – Toxoplasma gondii