miércoles, 24 de diciembre de 2014

“Escape de la depresión” (colaboración con Irlanda Sotillo, publicada en Vivir+, La Prensa, 24 de diciembre, 2014).


Navidad no siempre puede ser sinónimo de felicidad, mientras la mayoría de la gente espera la medianoche que anuncia el alumbramiento del Niño Dios y da inicio a la apertura de regalos. Un grupo no tan minúsculo desearía que la fecha desapareciera del calendario.

El fenómeno ha sido asociado a la depresión navideña, y sus causas tienen diversos motivos como la pérdida de un ser querido, el vivir lejos de la familia o atravesar por una difícil situación económica.

Lo primero que hay que diferenciar, según comenta el psicólogo Ezequiel Meilij, es el sentimiento de tristeza del padecimiento de depresión.

El segundo es la prolongación del período de desánimo. “Es una tristeza con mayor gravedad e intensidad que puede llevar al deterioro físico y clínico”.

Para la psicóloga Anilena Mejía, un síntoma de alarma es cuando la persona ha sobrepasado 30 días con la misma actitud. “Algunos se sienten desmotivados, lloran, están irritables. Experimentan mucha ira y pueden llegar a la determinación de acabar con su propia vida”.

Pérdida familiar.

Ante la pérdida de un ser querido es necesario tomarse un tiempo de duelo, y si este coincide con la Navidad, no se debe forzar al afectado a estar de fiesta. “No luche contra las emociones, déjelas fluir”, dice Mejía, al tiempo que Meilij advierte de que “tratar de bloquear el dolor, retener el llanto y pretender estar feliz cuando no lo está impide hacer un proceso adecuado de duelo”.

Sin embargo, asegura que no se debe sentir culpable; al contrario, puede haber espacios para la alegría como el recordar los momentos agradables y emotivos con aquella persona que ya no le acompaña.

Eso sí, evite el aislamiento y comparta con alguna persona que pueda comprender su situación.

Lejos de casa.

La tecnología se hace amiga para acabar con esos sentimientos de soledad, busque apoyo en redes sociales o llamadas virtuales para estar en sintonía con sus familiares, dice Meilij.

Otra forma es practicar las costumbres, ritos navideños de su país y formar grupos entre coterráneos que puedan compartir y convertirse en un apoyo para no sentirse solo.

A falta de dinero.

Mejía plantea que la falta de dinero para comprar regalos exorbitantes son, en realidad, una oportunidad para demostrar cariño y ponerse “creativo”. Una forma de demostrar su amor es haciendo cosas sencillas como hornear un dulce, cocinar una cena modesta, pasar tiempo con esa persona especial, decir “te quiero” y dar un abrazo amplio y sincero, de seguro para ello no es necesario rebozar de dinero.

Enlace original: http://impresa.prensa.com/vivir/Escape-depresion_0_4102839772.html

lunes, 15 de diciembre de 2014

¿Cómo evitar el “filtro negativo” en tu relación de pareja?


La relación de pareja es un proyecto en constante evolución y movimiento, ¡por momentos parece todo un acto de equilibrio y malabarismo! Hay días en que nos maravillamos de la sincronía que compartimos con nuestra pareja. Somos el equipo perfecto. “¡Nos leemos la mente!” Y, bueno, a veces es todo lo contrario. ¡No damos pie con bola! Nos tropezamos, tambaleamos y caemos de bruces (o de nalgas). Pareciera que estamos en equipos contrarios. “¡Pareciera que hablamos idiomas diferentes!”

Según John y Elaine Leadem cuando nuestra relación de pareja pasa por un período de salud romántica pobre, valoramos menos a nuestra pareja, y por causa y efecto esta nos valora menos. Esto se debe a que durante estos periodos difíciles, nuestra tendencia es a ver solo lo negativo de nuestra pareja (en terapia cognitivo conductual llamamos a esta distorsión cognitiva “filtro negativo”).

Cómo solo estamos viendo lo malo (o lo que percibimos subjetivamente como malo) en nuestra pareja, cada vez toleramos menos su comportamiento (¡las mismas cosas que antes nos fascinaban ahora nos irritan!) y nuestra atención se desvía, llamado nuestra atención a todos esos aspectos en los que nuestra “media naranja” nos está dañando la calidad de vida.

Lo malo de todo esto es que este comportamiento es contagioso, no falta mucho para que ambos integrantes de la pareja nos encontremos bailando al mismo son, ¡el son de todo un tango de la muerte!

Como somos seres humanos, también tenemos la tendencia de negar lo que percibimos como malo o negativo en nosotros, y para defendernos, lo proyectamos en los demás; en este caso, en nuestra pareja. Así, toda la culpa la tiene el, o ella, y no nos percatamos (ni hacemos responsables) de nuestra parte en el asunto. Si, esto también es contagioso.

Cuando estamos enroscados en este tipo de pensamiento y conducta, donde solo vemos lo malo y lo negativo en la otra persona (no solo desconociendo lo bueno en ella, sino también desconociendo lo malo en nosotros mismos), se dificulta invertir comprensión y apoyo en la relación.

¡Ninguno de los dos quiere dar el brazo a torcer!

Si nuestra relación podía verse como una suerte de inversión romántica, ya no queremos seguir invirtiendo; es más, ¡hasta pensamos en retirar los fondos y cerrar la cuenta!

Nos empezamos a preguntar qué nos pasó, porque esto de estar en una relación dejó de ser divertido y lindo y se está sintiendo cada vez más como una carga, una tortura, un tormento, una obligación… ¡un trabajo (y uno que no nos gusta)!

Quizás es por eso que cuando trabajamos problemas de relación, ya sea en consultas individuales o de pareja, sin importar que tan mal estén las cosas, instamos a nuestros pacientes a hacer un esfuerzo (aunque en el momento cueste mucho) por buscar y evocar los aspectos positivos, tanto de la relación como de la pareja. Porque si no tenemos los positivos para tratar de balancear esa lista de negativos, ¡no se salva nadie!

Es más, no esperen a que surja el conflicto (y si, en toda relación de pareja saludable debe de haberlo), dense a la tarea de crear una lista con todas esas cosas buenas, bonitas, positivas, fascinantes, emotivas y demás que su pareja despierte en ustedes, así la tienen a mano si en algún momento llegan a necesitar un recorderis. ¡Que estén bien! - Izzy

Fragmentos extraídos de “How You Can Nourish a Healthy Romance” por John y Elaine Leadem.

jueves, 4 de diciembre de 2014

¿Razones para acudir a terapia?


La decisión de consultar a un terapeuta o de iniciar un proceso terapéutico es todo un desafío. Yo siempre les recalco a mis pacientes que el simple hecho de haber llegado a esa primera consulta es señal de fortaleza, la puesta en práctica de recursos positivos que lo empujan en busca de sentirse mejor, nada fácil cuando usualmente, cuando uno llega a terapia, ¡se esta sintiendo muy mal!

Cuándo acudir o no a un terapeuta es una pregunta común y recurrente, y podríamos hablar largo y tendido sobre el tema y verlo desde una variedad de perspectivas y abordajes distintos. La verdad, yo creo que no hay que pensarlo tanto, el instinto, la intuición o la tripa (como mas les guste llamarle) usualmente nos tironea en esta dirección cuando sabe que lo necesitamos, y mucho mejor seria, en vez de cuestionarnos si es la decisión adecuada o no, hacerle caso y ver qué tal.

Sin embargo, para quienes les interese, el terapeuta Richard Zwolinski ofrece una serie de listas muy prácticas y convenientes que nos pueden ayudar a tomar una decisión tan importante y decisiva en nuestra vida:

Lista de síntomas.

Según Richard Zwolinski, las siguientes instancias frecuentes o continuas son una buena señal de que quizás nos vendría bien consultar con un terapeuta. Un buen terapeuta (es decir, uno responsable y ético) siempre recomendará descartar condiciones medicas antes de abordar los aspectos psicológicos. Muchas veces, una consulta con un medico o psiquiatra ayuda a aclarar muchas interrogantes, tanto del paciente como del terapeuta, y muchas veces, el abordaje más efectivo es interdisciplinario.

- Tristeza o depresión.
- Temor abrumador o constante.
- Ansiedad o tensión extrema.
- Nerviosismo.
- Histeria.
- Problemas con la memoria.
- Culpa abrumadora.
- Pensamiento disperso o confuso.
- Suspicacia u hostilidad abrumadora.
- Pensamientos extraños o bizarros.
- Problemas de control de impulsos o ira (ya sea verbal, física o psicológica).
- Problemas de identidad (dudas acerca de la sexualidad, significado de la vida del paciente, confusión respecto a metas a largo plazo, decisiones laborales, lealtades a grupos, amistades, etc.).
- Problemas de espiritualidad (cuestiones y problemas morales, religiosos y espirituales, afiliaciones a cultos, etc.).

Lista de estresores vitales.

Los síntomas de la lista anterior pueden ocasionar o influir en diversos estresores vitales, de igual manera en que diversos estresores vitales pueden ocasionar o influir en nuestros síntomas. Lamentablemente existe la tendencia externa a hacernos creer en lo interno que nuestros problemas no son tan graves, o que nuestra incapacidad de lidiar con ellos es una muestra de flaqueza o debilidad. No nos dejemos llevar por esto, cualquier problema que nos provoque perturbación, dolor, tristeza, ira o sufrimiento es suficientemente valido para que busquemos ayuda. Tampoco dejemos que la vergüenza nos detenga, un buen terapeuta esta para escuchar y ayudar, no para juzgar. Además, todo lo que digamos en consulta es confidencial, siempre y cuando nuestra vida o la de otros no estén en peligro.

- Muerte de un familiar o de alguien cercano.
- Divorcio o ruptura sentimental.
- Matrimonio o relación de pareja.
- Enfermedad terminal propia o de un familiar o alguien cercano.
- Incapacidad física, dolor crónico, enfermedad crónica.
- Abuso de drogas o alcohol (propio o de un familiar o alguien cercano).
- Enfermedad mental (propia o de un familiar o alguien cercano).
- Perdida o cambio de trabajo.
- Mudanza, relocalización, migración.
- Cambio de escuela (tanto para niños como adultos).
- Problemas relacionales (dificultad para relacionarse con pareja, familia, amigos, compañeros de trabajo, etc.).
- Problemas académicos (malas notas, inhabilidad para retener información, problemas con maestros y profesores, tiempos de entrega, etc.).
- Problemas ocupacionales (tardanzas, ausencias, problemas con jefes o colaboradores).
- Víctimas de abuso (físico, sexual, emocional y psicológico).
- Víctimas de crímenes.
- Acciones abusivas o criminales por parte propia o de un familiar o persona cercana.
- Soledad extrema /falta de lazos comunitarios o amistosos.

Claro que la lista se queda corta, pero es un buen inicio. ¿La mejor parte? Basta con cumplir con un solo ítem para animarnos a acudir a terapia, y aun si no cumplimos con ninguno y sentimos que lo necesitamos, estamos en todo nuestro derecho (y responsabilidad) de hacerlo. - Izzy

Fragmentos extraidos del articulo “Is Therapy The Right Choice For You?” por Richard Zwolinski.

lunes, 1 de diciembre de 2014

¿Qué es el maltrato psíquico infligido por la pareja?


En las investigaciones cualitativas se muestra de forma sistemática que las mujeres a menudo consideran el maltrato psíquico más devastador que la violencia física. Los actos específicos de maltrato psíquico infligido por la pareja son los siguientes:

- Ser insultada o hacerla sentirse mal sobre ella misma;

- Ser humillada delante de los demás;

- Ser intimidada o asustada a propósito (por ejemplo, por una pareja que grita y tira cosas);

- Ser amenazada con daños físicos (de forma directa o indirecta, mediante la amenaza de herir a alguien importante para la mujer).

Un estudio realizado sobre el tema por la OMS hace algunos años atrás reveló que en todos los países objeto del mismo, entre el 20% y el 75% de las mujeres había experimentado, como mínimo, uno de estos actos, en su mayoría en los últimos 12 meses previos a la entrevista (realizada para el estudio). Los que más se mencionaron fueron los insultos, la humillación y la intimidación. Las amenazas con daños físicos fueron menos frecuentes. Entre las mujeres que informaron haber sido objeto de este tipo de violencia, al menos dos tercios había sufrido la experiencia en más de una ocasión.

Comportamiento dominante. 

Los hombres que infligen maltratos psíquicos a sus parejas también registran un porcentaje más elevado de comportamiento dominante que los hombres que no lo hacen. Se define el comportamiento dominante de la pareja de una mujer incluyendo los actos siguientes:

- Impedirle ver a sus amigas;

- Limitar el contacto con su familia carnal;

- Insistir en saber dónde está en todo momento;

- Ignorarla o tratarla con indiferencia;

- Enojarse con ella si habla con otros hombres;

- Acusarla constantemente de serle infiel;

- Controlar su acceso a la atención para la salud.

Existen numerosas diferencias en cuanto al grado en el que dicho comportamiento se considera aceptable (normativo) en las diferentes culturas. La violencia física o sexual, o ambas, suele ir acompañada de un comportamiento más dominante de la pareja.

Actitud de la mujer ante la violencia.

Existen dos aspectos importantes de la actitud de la mujer ante la violencia de su pareja:

- Las circunstancias en que la mujer considera que es aceptable golpear o agredir a la mujer;

- Las creencias de las mujeres sobre si pueden negarse a tener relaciones sexuales con su marido y cuándo pueden hacerlo.

Las variaciones más marcadas se producen entre los entornos urbanos e industrializados y los entornos rurales y tradicionales. En todos los entornos, el motivo más común para justificar la violencia es la infidelidad de la mujer. Desobedecer al marido o a la pareja es el siguiente motivo más aceptado.

En casi todos los casos y para todos los motivos expuestos, la aceptación de los motivos para pegar a la mujer es más elevada entre mujeres que han sido víctimas de violencia que entre las que no lo han sido, lo que puede indicar que las mujeres aprenden a “aceptar” la violencia en situaciones en las que son víctimas de la misma, o que las mujeres que consideran la violencia como algo “normal” tienen más posibilidades de establecer o tolerar relaciones violentas. 

Extraído de: “Investigación pre-experimental acerca del efecto del Programa de Recuperación Breve (PRB) para Sobrevivientes de Trauma de la Dra. Edna B. Foa y el Dr. David S. Riggs en el tratamiento ambulatorio a mujeres víctimas de violencia atendidas en el Centro para el Desarrollo de la Mujer (CEDEM); Autor: Ezequiel Meilij.