Aprender
habilidades de afrontamiento es una parte vital de nuestro desarrollo
individual. Nuestro bienestar físico y psicológico está determinado por tres
cosas: 1) Predisposición genética, 2) Estresores vitales, y 3) Fortalezas y recursos de afrontamiento.
Predisposición genética.
Nuestra
predisposición genética incluye aquello con que nacemos y lo que heredamos de
nuestros padres y sus padres (y los padres de sus padres, etc.) así como el
entorno, la crianza y la historia que nos tocó. Irónicamente, es mucho (o casi
todo) de lo que nos toca procesar, elaborar, desaprender y volver a aprender
cuando hacemos terapia.
Estresores vitales.
Los
estresores vitales son todos aquellos sucesos y eventos que nos pasan a lo
largo de nuestras vidas y que son tantos que no podemos enumerarlos, a veces
vienen solos, pero más a menudo lo hacen uno tras otros, o todos al mismo
tiempo, robándonos el aliento, la energía, las ganas, la dirección, la
perspectiva y todo lo demás también. ¡Es increíble cómo nos vemos envueltos en
estos torbellinos que nos dan vuelta la vida y nos lo ponen todo de cabeza y
aun así, pocas veces somos realmente conscientes de cómo nos afectan! Estamos
tan acostumbrados a esta filosofía de “rodar con los golpes” que los
descartamos de nuestra ecuación de “¿por qué nos fuimos a la deriva de la noche
a la mañana?”.
Se sorprenderían
de saber cuantas personas llegan a terapia y recién ahí, cuando empezamos a
hacer un recuento o inventario de estos estresores, es que captan por primera
vez la magnitud de los mismos, de sus efectos y de sus secuelas en sus vidas
personales, en sus relaciones amorosas, familiares, laborales, sociales, etc.,
y de la manera en que se conectan y potencian entre si, creando una dinámica (o
la receta perfecta) para un desastre emocional.
Además, las
personas con traumas o infancias problemáticas son propensas a sufrir de
mayores estresores vitales, debido a carencias y conflictos que no les han
permitido desarrollarse neurológicamente (como aquellos niños que tuvieron una
infancia “normal” o más normalizada) y obtener recursos y habilidades de
afrontamiento desde edades más tempranas (a muchos nos toca aprender de adultos
lo que muchos aprendieron de niños).
Fortalezas y recursos de afrontamiento.
Si lo
vemos desde este punto de vista, es fácil sentir que estamos simplemente a la
deriva, a merced de las olas y que hay poco que podamos hacer al respecto, pero
esto está lejos de la verdad, porque si tenemos control sobre el tercer
aspecto, nuestras fortalezas y recursos de afrontamiento. Lo bueno de eso es
que aún sin tenerlos (o desconocer que los tenemos) se pueden aprender. Nunca
es tarde para hacer cambios en nuestras vidas, juntar el valor de echar una
mirada a nuestra historia, ver y entender aquello que nos enseñaron mal,
desaprenderlo y aprender (o reaprender).
Hemos
crecido creyendo que afrontar es bajar la cabeza, agachar el lomo y seguir
adelante sin importar qué. Creo que nada lo resume mejor que: “Aprendimos a
sobrevivir en vez de aprender a vivir” y esto es lo que nos toca desaprender
para poder aprenderlo de nuevo, esta vez libres de distorsiones cognitivas,
demandas irrealistas y esquemas rígidos.
Afrontar = Ser honestos (con nosotros mismos y
los demás) acerca de nuestros sentimientos y necesidades.
Con que
facilidad aprendimos a ponernos en el asiento de pasajero, el asiento trasero o
incluso el baúl del carro de nuestra propia vida, ¿no? Siempre los sentimientos
y necesidades de los demás (de los amigos, de la familia, de la pareja, etc.)
parecen venir antes de los propios, porque imagínense sino, seríamos
“egoístas”, como si hubiera algo malo en serlo, pero esto es tan común entre
los co-dependientes. ¿Alguna vez pensaron que el susodicho “egoísmo”, más que
mala palabra es una herramienta de afrontamiento? ¡Cómo cambia el panorama
cuando empezamos a ver el paisaje con los “lentes de la no-dependencia”!
Afrontar = Saber cuándo decir “no” y hacerlo sin
culpa.
¡Qué
difícil decir que “no”! No me lo tienen que decir, lo aprendí de primera mano y
créanme, todavía estoy aprendiendo, pero les aseguro que se siente muy bien
(¡tan bien!) poder decir que “no” cuando no queremos, no nos parece o sencillamente
no nos sentimos cómodos, sin sentirnos mal o culpables. ¡Cada quien se hace
cargo de lo suyo! La “culpa” y el complejo de culpable es otro mal regalo que
nos dejan a veces como enseñanza, hay que desaprender la “culpa insana” y
reemplazarla por la “responsabilidad sana”, verán que se hace más fácil cambiar
muchos de esos “si” por unos cuantos “no”.
Afrontar = Ir más despacio y rever nuestras
expectativas.
Ir más
despacio, y es que tener el “si” incorporado al sistema y ser el responsable de
los sentimientos y necesidades de todo el mundo menos de uno es como tener el pie
pegado al acelerador, ¡seguro te olvidaste que tu carro tiene frenos! Vives a
mil por hora y rezando en cada curva de la vida que no quedes estrellado contra
un árbol. En cuanto a las expectativas, nos han hecho un “cambiazo” del que a
veces ni nos damos por enterados, vivimos nuestra vida y creamos nuestras
expectativas sobre nosotros mismos en base a lo que esperan los demás de
nosotros, en vez de lo que queremos para nosotros mismos. Es que, ¡si no nos
enseñaron a sentir ni pensar por nosotros mismos! Mírate en el espejo
retrovisor un segundo a ver si te reconoces… ¿nop? ¡Hora de hacer cambios!
Afrontar = Estar presente en el momento.
Vivimos
atormentados y perseguidos por el pasado (nuestra historia, nuestra infancia,
nuestras culpas, nuestros arrepentimientos, los fantasmas de lo que fue y pudo
haber sido y tantas otras cosas más) y angustiados y ansiosos por el futuro y
su incertidumbre.
Tironeados
por lo que fue y por lo que podría hacer, no nos queda energía, enfoque, ganas
ni “mindfulness” para apreciar el aquí y ahora (¡el momento preciso en que se
enfoca la terapia cognitivo conductual!)
Los recursos
de afrontamiento pueden ser personales o sociales, incluso financieros y
tangibles. Invertir y nutrir nuestra red de amigos y familia, y si esa área no
está fuerte, invertir energía en pensar cómo desarrollar conexiones nuevas y
significativas (“significativas” es la palabra clave, ¡fuera lo “tóxico” y bienvenido
lo “significativo”!).
Pero
nuestro recurso más poderoso al final del día es uno mismo (si, ese mismo que
dejamos de último y que a veces a la fuerza y a veces por voluntad y decisión
propia, le toca volver a primer lugar). Claro, descubrir (o redescubrir) y
aprender (o reaprender) nuestras fortalezas no es fácil, muchas veces nos hemos
olvidado de ellas, de que las teníamos y siguen ahí, como aquella canción que
nos habíamos olvidado nos gustaba hasta que la oímos de casualidad en la radio.
Una de las
primeras fortalezas que les recalco a mis pacientes es precisamente aquella
fuerza interior que los llevó hasta la consulta, cuando los podía haber llevado
a tantos otros destinos negativos. Se podían haber quedado donde estaban, sin
hacer nada, sin hacer cambios, o podían haber “encubierto” o “enmascarado” sus
problemas con algún “acting out” (drogas, alcohol, sexo riesgoso, lastimarse o
lastimar a otros), pero en vez de ello, decidieron el camino de la terapia, ¿y
saben qué?, ¡se necesita de mucha fortaleza para ello!
Invertir
tiempo desarrollando estas fuerzas es más que una estrategia comportamental.
Altera nuestra función y estructura cerebral (en la terapia EMDR se hace mucha
referencia a esto, a la capacidad natural del cerebro de curarse a si mismo y a
su capacidad de crear nuevas redes neuronales más funcionales que las
anteriores) y nos permite responder de manera más saludable y adaptativa a
futuras situaciones estresantes. Fortalece nuestro sistema inmune y afecta
nuestra salud. ¿Cuántas veces nuestros problemas emocionales no hayan su vía de
descarga en síntomas físicos?
Ya lo
saben, si quieren aprender más acerca de su crecimiento individual y sus
recursos de afrontamiento y les gustaría desarrollar estrategias más saludables
de manejar las situaciones estresantes de la vida, dense una vuelta por
terapia, ¡les hará un mundo de bien, se los aseguro!
¡Que estén
bien! - Izzy
Fuente: The Necessity of Developing Coping Skills (Deborah Jackson).
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