lunes, 8 de septiembre de 2014

Estrés, pareja y el estado premórbido de nuestras familias de origen.


La relación de pareja es un proceso de aprendizaje enriquecedor, para bien o para mal, y conocer más acerca de la influencia que ejercen sobre ella nuestras respectivas familias de origen definitivamente nos ayuda a entender mejor tanto a nuestras parejas como a nosotros mismos.

Muchos desconocemos que nuestra capacidad para manejar el estrés (cómo lo manejamos y cuánto podemos tolerar antes de caer en patrones y conductas tóxicas, disfuncionales y maladaptativas) viene determinada en parte por nuestra familia de origen, un sistema multigeneracional en el cual cada generación es influenciada (y reforzada) por aquella que la precede.

Según los autores de “The Evaluation and Treatment of Marital Conflict”, toda relación de pareja existe dentro de este sistema familiar multigeneracional, fuente de la herencia biológica y psicológica de ambos integrantes.

El estado premórbido de una familia, su nivel de funcionamiento previo al surgimiento de síntomas conflictivos dentro de la pareja, es un indicador de la cantidad de estrés que probablemente sea canalizado hacia la relación de pareja desde la familia extendida. También es un excelente predictor de cuánto estrés puede absorber (y disipar) la pareja sin producir síntomas.

La relación de pareja es la unión de dos sistemas familiares y los mejores indicadores del estado premórbido de la familia son:

- El número y la severidad de disfunciones individuales en el sistema familiar multigeneracional.

- El número de conflictos y puntos de cortes (miembros de la familia que interrumpen contacto o comunicación entre sí) en las relaciones dentro de ese sistema.

La unión de dos sistemas, y los tipos de relaciones que existen en estos, inician la relación de pareja en un nivel dado (es decir, en un punto particular a lo largo de un continuo de funcionalidad/disfuncionalidad, salud/enfermedad, normalidad/patología, etc.).

Aquí ocurre un hecho muy interesante y significativo. Cuando estamos dentro del sistema, es muy difícil darnos cuenta de la disfuncionalidad, ya que básicamente hemos crecido inmersos en ella, y como la disfuncionalidad suele ser la manera más funcional en que el sistema familiar ha logrado funcionar, tomamos lo disfuncional como la norma.

Sin embargo, quizás nos resulta más fácil notar la disfuncionalidad en el sistema familiar de nuestra pareja, y viceversa (eso de ver la paja en el ojo ajeno, ¿les suena?). Y de la misma manera en que esta se sentirá agredida cuando se lo hagamos notar, nos sentiremos nosotros también agredidos cuando nuestra pareja haga lo mismo.

Un tercer observador, uno no inmerso en ninguno de los dos sistemas familiares, logrará ver cosas que ninguno de los integrantes de la pareja podrá ver. Aquí el inmenso valor del terapeuta de parejas y de la terapia de parejas.

En este punto surge una realidad que muchas parejas (y especialmente sus familias) son incapaces de ver, entender y procesar: “Cuando se forma una relación de pareja, dos familias que jamás habrían tenido interés alguno en relacionarse entre si quedan unidas en una relación permanente que ninguna de las dos buscó.”

¿Alguna vez se han puesto a pensar cómo la historia y dinámica de sus familias de origen pueden estar afectando negativamente su relación de pareja, haciéndoles repetir patrones tóxicos y disfuncionales? ¿Cuántos de sus conflictos de pareja se organizan alrededor de sus respectivas familias de origen? ¿Se han sentido “mediadores”, “árbitros” o “conciliadores” entre sus familias de origen y sus parejas? Estas son solo algunas interrogantes que pueden explorar en terapia, ya sea una terapia de pareja o una terapia individual. Los invito a hacer el ejercicio. - Izzy

Fragmentos extraídos del libro: “The Evaluation and Treatment of Marital Conflict” (Autores: P. Guerin, L. Fay, S. Burden y J. Kautto).

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