lunes, 7 de julio de 2014

“Presas de sus emociones” (colaboración con Rella Rosenshain, publicada en Mosaico Dominical, La Prensa, 6 de julio, 2014).

“Las emociones cumplen una función de informarnos acerca de una situación, y si bien el sentir una emoción está más allá de nuestro control, sí podemos controlar cómo reaccionamos ante ella. Si no sabemos manejar nuestras emociones, su intensidad nos desbordará y nuestras reacciones pueden repercutir negativamente, en este caso, en el desempeño, enfoque y concentración de un...”

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Un futbolista que solo sea capaz de dominar el balón, y que no sepa cómo controlar sus emociones en la cancha, no puede llegar a ser un deportista íntegro.

El temor de echar a perder un gol y la ira que desata ver el reloj avanzando y no conseguir la anotación deseada, puede causar estragos en el estado anímico del jugador y en su rendimiento en el partido.

El psicólogo Ezequiel Meilij afirma que el manejo de las emociones tiene un rol fundamental en este sentido.

“Las emociones cumplen una función de informarnos acerca de una situación, y si bien el sentir una emoción está más allá de nuestro control, sí podemos controlar cómo reaccionamos ante ella. Si no sabemos manejar nuestras emociones, su intensidad nos desbordará y nuestras reacciones pueden repercutir negativamente, en este caso, en el desempeño, enfoque y concentración de un deportista”.


Un ejemplo de ello fue la mordida que el jugador Luis Suárez (Uruguay) le dio a Giorgio Chiellini, (Italia).

Meilij hizo referencia a la psicóloga clínica Abigael San, del norte de Londres, quien calificó su conducta como “la frustración de un niño” ante la prensa internacional. “Y es que Suárez hace precisamente eso, reacciona ante una amenaza con una conducta propia de un niño que no ha aprendido aún otras formas de manejar sus emociones”.

Según el psicólogo, su actuación habla también de una respuesta “muy primitiva, muy primordial, una reacción puramente emocional (amígdala pura) sin llegar a la parte del cerebro (nuestra corteza prefrontal) que nos hace razonar y considerar las implicaciones y consecuencias de nuestras acciones, así como su contexto. Uno muerde ante una amenaza a la integridad física, a la vida misma, no ante la frustración de no poder interceptar a un contrincante en un partido de fútbol”.


La psicóloga Antonia Effio, de Grupo Médico de Panamá, añade que la conducta de Suárez fue inapropiada. “Además de ser un acto antideportivo, es una conducta agresiva propia de un ataque de ira que refleja su dificultad para controlar los impulsos cuando se enfrenta un alto nivel de frustración o fuerte estrés. Suárez requiere de psicoterapia que le brinde herramientas para autocontrolarse frente a estas situaciones”.

La agresión que caracterizó la actuación de Alex Song (Camerún) al darle un codazo a Mario Mandzukic (Croacia) no solo demostró sus inseguridades en la cancha, sino también “una incapacidad para contener los impulsos agresivos y manejar saludablemente las emociones. Si están perdiendo, adaptativamente tienen dos opciones: aceptar la inminente derrota y comportarse a la altura de la pérdida o enfocar toda la energía y toda la emoción hacia intentar obtener una victoria casi imposible”.

Sin embargo, la tercera opción, recurrir a la violencia, a la agresión y a la transgresión de las reglas es ya una opción desadaptativa, aclara el psicólogo Meilij.


En palabras de Effio, la agresión es una forma de exteriorizar inseguridades o temores en el campo de juego. “Incluso, puede ocurrir el efecto contrario: en momentos en donde hay mucha presión, la emoción se puede apoderar del individuo de manera positiva para mejorar su rendimiento. Otro ejemplo, son las manifestaciones de afecto un poco ´excesivas´ entre los jugadores, esto también es parte del componente emocional que se desborda en los jugadores”.




Miedo y llanto.

El temor y la inseguridad son señales de alerta ante un peligro, pues hacen que las partes más primitivas e instintivas del cerebro se activen, “nuestro reflejo de fuga o lucha”, indica Meilij.

“Al dispararse nuestro temor e inseguridades, se pueden activar pensamientos, creencias y demandas (como ´no puedo fallar´ o ´no puedo perder´) que influyan negativamente en nuestras emociones y conductas. Si dejamos que los pensamientos negativos (por ejemplo ´no puedo´, ´soy incapaz´, ´soy inútil´) tomen control, básicamente ya perdimos el juego en nuestra mente, y esto se reflejará fuera de ella”.


Chile estuvo cerca de dejar fuera del juego a Brasil en penales, pero su futbolista Gonzalo Jara perdió su oportunidad de hacer un gol estrellando el quinto remate en un poste, dejando así que el equipo verdeamarella pasara a cuartos de final.

El equipo de Brasil estuvo muy nervioso antes y después de ese partido. Incluso, el portero Julio César lloró antes de los penales, y durante estos el futbolista Thago Silva también soltó lágrimas durante los lanzamientos. Lo mismo hizo Neymar, que tras lograr el último gol de su equipo en penales y ser los vencedores, se fue llorar en los brazos de Luiz Felipe Scolari, el técnico de la selección de Brasil, por la mezcla de sentimientos encontrados.

El estrés futbolístico.

Jugar en el Mundial de Fútbol es algo de gran importancia para un futbolista, por lo que es esperado que los niveles de adrenalina y cortisol lleguen a niveles más altos de lo normal, debido al gran estrés al que está sometido, señala la psicóloga Effio. “Si el futbolista no está preparado para manejar la presión, su rendimiento seguramente se verá afectado”.

Según Meilij, cuando una persona se estresa, el sistema nervioso simpático activa el reflejo de lucha o fuga, emitiendo señales al cerebro que inician la segregación de tres tipos de hormonas: adrenalina, norepinefrina y cortisol.

La adrenalina, junto con la norepinefrina, “son responsables de nuestra reacción inmediata ante el peligro o la amenaza (el estresor), mientras que el cortisol se hace notar manteniendo el balance de fluidos y la presión sanguínea, “es decir, nos mantiene en el estado óptimo para luchar o huir”.

Se supone que el estado de estrés producido por el reflejo de lucha o fuga debe ser transitorio, pero dura el tiempo necesario para activar al organismo para que se defienda (ya sea huyendo o enfrentando la amenaza) y luego disminuye, aclara. “Aquí es donde se hace necesario que el jugador sepa manejar sus emociones, después de todo, un partido de fútbol no es una situación de vida o muerte, ¡aunque por momentos se sienta así! Si se mantiene en ese estado de lucha o fuga por demasiado tiempo, el estrés y la ansiedad seguramente jugarán en su contra”.


Enlace original: http://www.prensa.com/impreso/mosaico/presas-sus-emociones/354003

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