lunes, 28 de julio de 2014

Rompehechizos y perduraprofecías.

Mi terapeuta siempre me dice que toda persona que llega a tu vida lo hace para dejarte una enseñanza. Yo creo lo mismo, a sabiendas de que esto no es siempre tan evidente, ni tan sencillo de conciliar. Y es que hay personas que llegaron a nuestras vidas y desearíamos jamás lo hubieran hecho, de igual manera que hay quienes ya se fueron y deseamos se hubieran quedado. ¿Qué les puedo decir?, así es la vida, un eterno proceso de aprendizaje.

Más aprendo de mis mentores, guías, supervisores, colegas, pacientes, libros y todo lo demás también, más me doy cuenta de que para muchos, o quizás para todos, nuestra vida adulta tiene todo que ver con dar significado a nuestra infancia, a los anhelos que quedaron en anhelos, en las estrategias de supervivencia que ya no sirven y hay que cambiar o actualizar, en las dinámicas y patrones que hay que romper, para no seguir en esos círculos toxicas, viciosos y perpetuos que parecen permanecer por generaciones en tantas dinámicas familiares.

Y he aquí donde entran los “rompehechizos” y “perduraprofecías”. Quienes lleguen a nuestras vidas podrán cumplir uno u otro rol. Si se ponen a pensarlo, quizás se den cuenta quienes en sus vidas han sido “rompehechizos” y quienes, por el contrario, se ganaron el título de “perduraprofecías”.

Los “rompehechizos” o rompedores de hechizos son aquellas personas que llegan a nuestras vidas y nos abren los ojos, nos quitan la venda, nos regalan una forma nueva de ver el mundo, a los demás y a nosotros mismos. ¡Son esas personas que nos ayudan a crecer! Los que nos dan permiso para dejar de ser o hacer (dejar de ser la víctima, dejar de hacer todo por los demás y nada por nosotros) o para ser y hacer (ser nosotros mismos, hacer lo que nos apasiona). Me gusta pensar que los “rompehechizos” no son “seres de luz”, “iluminados” ni nada por el estilo, sino seres que al haber hecho las paces con su sombra y habiendo reclamado como propios sus aspectos buenos y malos, positivos y negativos, son libres de darse el permiso de compartir su luz, sin negar su sombra.

Los “perduraprofecías” o perduradores de profecías son aquellas personas que, por el contrario, llegan a nuestras vidas como viva encarnación de la repetición de todo aquello de lo que necesitamos liberarnos. Son la piedra perpetua con la que amamos darnos de frente, a toda velocidad y a todo color. Nuestro sabor predilecto de toxicidad. Son los que prefieren que vayamos por la vida con los ojos cerrados, con la venda bien puesta y con la visión más sombría, amenazante y distorsionada del mundo, los demás y nosotros mismos. ¡Son esas personas que no quieren que crezcamos, porque ellos tampoco han podido hacerlo! Son quienes en lugar de repartir permisos, nos legan profecías destinadas a cumplirse: seguir repitiendo el mismo patrón, perpetuar las dinámicas familiares disfuncionales, crecer y vivir acostumbrados a respirar toxicidad. Los “perduraprofecías” le tienen terror a su sombra, todo lo ven proyectado en los demás: lo bueno, lo malo, lo positivo y lo negativo. Tienen mucho miedo de “mirar para adentro”. Y cuando se vive peleado con la sombra, es imposible tener luz para compartir.

Como adultos, tenemos el permiso para elegir quienes queremos ser, tanto en nuestras vidas como en las de los demás, un “rompehechizos” o un “perduraprofecías”. Y ustedes, ¿quién prefieren ser? - Izzy

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