Hace un par de duelos atrás, recuerdo a mi terapeuta diciéndome más o menos así: “Izzy, yo se que estás pasando por un momento muy difícil y doloroso, pero yo quiero que vengas a tus sesiones y me cuentes también que estás bien, feliz, riéndote, compartiendo con tus amistades, disfrutando, haciendo cosas, planeando proyectos nuevos…” Me imagino que se detuvo ante mi cara de total incredulidad.
“¿¡Cómo así!? ¡Estoy en medio de un duelo! ¿Cómo puedo hacer todo eso si estoy en un duelo?”
“¡A pesar de tu duelo! Ya sabes que estás mal, que estás pasando un momento difícil, y tienes derecho a sentirte triste sentirte mal, pero eso ya lo sabemos, ¡no significa que no puedes hacer y sentir todo lo demás que te acabo de decir!”
¡Claro! Yo no lo entendí hasta entonces, e incluso me tomó bastante tiempo asimilarlo, ¿pero quién dijo que un duelo es una obligación de 24 horas al día? Después de todo, un duelo es un continuo, va desde sentirse mal y triste hasta volver a estar bien y sentirse felices, pero en ese viaje a través de ese continuo, hay gradientes, tiene que haberlos, en los que sentirse mal y sentirse bien, estar tristes y estar felices, se mezclan, a veces al mismo tiempo. Llega un momento, quizás en la mitad de este continuo imaginario, en que se encuentran a mitad de camino, se saludan amablemente y ahí lo malo y triste empieza a ceder terreno a lo bueno y lo feliz. ¡Vamos avanzando en nuestro proceso de volver a sentirnos bien con nosotros mismos!
Llevamos a cuestas un concepto anticuado, retrogrado, disfuncional y completamente distorsionado de lo que implica un proceso de duelo, ¡encima de que precisamente nos toca hacer duelo de nuestros conceptos anticuados, retrógrados, disfuncionales y completamente distorsionados de lo que es el amor y las relaciones! Es hora de desaprender y reaprender, el ciclo eterno.
Al duelo se le da su espacio en nuestras vidas, claro que sí, pero no le damos nuestra vida. Estamos pasando por un proceso de duelo, no somos un duelo. El duelo no se vuelve parte de nuestra identidad, es un visitante temporal, y cuando cumpla su propósito y aprendamos lo que nos vino a enseñar, también nos saludará amablemente, cederá terreno hasta ese momento en que nos damos cuenta de que en algún momento, simplemente se fue, y es que se estuvo yendo durante un tiempo, pero casi ni lo notamos, si es que nos mantuvimos ocupados, ¿haciendo qué? ¡Viviendo!
Una salida nueva para nuestras emociones viejas… y para las nuevas también.
Me acabo de acordar de un fragmento de la canción “Lady Blue” de Enrique Bunbury, que dice algo así:
"desde hoy
no temas nada
no hace falta ya
todo se fue con el huracán
nada queda
de las vueltas
que el tiempo nos dio
todo se fue con el huracán"
Y es que siempre me pareció una descripción tan acertada de nuestro mundo interior tras una ruptura y/o durante el proceso de duelo. El huracán paso, se llevó todo y dejo todas nuestras emociones revueltas, enredadas y dispersas.
Nos toca buscarlas, reconocerlas, elaborarlas y procesarlas. En cierta forma, reclamarlas. Tambien es importante poder expresarlas, no importa si salen todas enredadas y confusas, mutantes emocionales mezcla de “odioamortristezaresentimientodoloramargura”. Esos son nuestros mutantes emocionales, y hay que darse permiso de sentirlos para poder separarlos, porque si no sabemos qué sentimos, vamos por mal camino.
Igual si sabemos lo que sentimos, pero no sabemos cómo expresarlo o no tenemos el permiso para hacerlo, como el famoso y nefastamente equivocado “los hombres no lloran”. No se imaginan cuantos pobres hombres cargan su duelo injustamente por años por culpa de algún idiota que le dijo que no podía llorar porque eso “no es de hombres”.
Nunca es tarde para aprender a identificar y sentir nuestras emociones. No hay nada de malo en ello. Lo malo sería no hacerlo, entonces las emociones se niegan o se reprimen, y se enferma el alma, el corazón, el cerebro y el cuerpo. También corremos el riesgo de canalizarlas de forma negativa, por medio del “acting out”, esas conductas peligrosas, arriesgadas y dañinas que disfrazan o enmascaran lo que en realidad estamos sintiendo.
¿Otro ejemplo para ilustrar este último punto? Los hombres no deben llorar, pero si pueden salir a emborracharse, estrellar el carro contra un árbol, agarrarse a trompadas con alguien o buscarse una prostituta para sacarse el clavo, y ganarse una enfermedad de trasmisión sexual. Hago énfasis en esto, porque a la hora de un duelo (trátese de una ruptura o por cualquier otra causa) en general las mujeres tienen más permisos para sentir lo que tienen que sentir que los hombres.
Si a tu amigo lo acaban de dejar y se siente mal y realmente lo quieres ayudar, prueba algo nuevo y en vez de llevarlo a un prostíbulo a emborracharse y acostarse con una prostituta, intenta sentarte con él, tomarse un café y que suelte todo el rollo que tenga que soltar. Ah, y dile que si quiere llorar, que llore, para eso están los amigos. Al menos los de verdad. Como dice Jarabe de Palo:
“Llora ahora y ríe luego.”
Entonces, consideremos esta como una oportunidad para buscar y descubrir una salida nueva para nuestras emociones viejas y para las nuevas también. Arte, música, ejercicios, pasatiempos, conversaciones, lectura, viajes. Rebelarse o revelarse, o ambos, ¿recuerdan?
¿La gran diferencia entre las actividades y escapes sanos versus los tóxicos? Bueno, al menos para mí, los escapes sanos no excluyen el sentir el dolor y tristeza del duelo, pero tampoco excluyen el bienestar y la felicidad. Si, sé que me voy a sentir mal, triste y hasta enojado, pero eso es normal y parte del proceso y poco a poco me iré sintiendo mejor, y no por ello me voy a negar el permiso de también sentirme bien, feliz, emocionado y de disfrutar los buenos momentos, mientras que los escapes tóxicos implican no sentir, ni lo bueno ni lo malo, anestesiarse, morir en vida por dentro mientras hacemos de cuenta que estamos más vivos que nunca por fuera.
Ya saben, elijan con sabiduría y que su duelo sea, a su debido tiempo, prueba superada. - Izzy
Fragmentos extraidos del articulo “Dos and Don'ts for Getting Over a Breakup” por Julie Hanks.
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